Desde hace más de tres años, Juan Carlos no tiene contacto desde Cuba con su familia en Estados Unidos
LA HABANA, Cuba – Un ciudadano cubano espera que la reapertura de la embajada de EE.UU. en La Habana ayude a resolver el problema para ver a sus cuatro hijos estadounidenses menores de edad, con los que perdió contacto desde más de hace tres años.
Juan Carlos Bravo Rodríguez, de 51 años, es Sacerdote de Ifá o babalawo. Es también padre de Roberto Carlos Bravo Sunni-Ali, de tres años, Rosalinda Libertad Bravo, de cinco, A Kanni Juan Carlos Sunni-Ali, de diez, y Reina Amirah Bravo, de doce; todos ciudadanos norteamericanos y con quienes no habla desde 2012. La madre de los infantes es Ayana-Ayo Assata Sunni-Ali, de 35 años de edad y nacida en los Estados Unidos. Es hija de Bilal Ibn-Kumibea Sunni-Ali y de Synthia Boston, todos pertenecientes a la extinta organización de las Panteras Negras.
Bravo Rodríguez no pudo superar los trámites burocráticos de la Sección de Intereses Norteamericanos (SINA) en La Habana durante su proceso migratorio. Ahora espera que la nueva embajada pueda ofrecerle solución a lo que él considera como “un grave problema familiar”.
Este cubano comenzó sus trámites en el año 2010 para tratar de reunirse con su familia. Cinco años después, sus intentos han tenido éxito. “Cuando comencé los trámites estaba muy esperanzado de poder vivir con mis hijos, educarlos y mimarlos. Ahora no tengo nada, perdí la comunicación con ellos y también mi matrimonio”, lamenta.
Durante los trámites en la SINA, le exigieron constancia de matrimonio civil ya que la pareja se había casado por la Iglesia Católica Ortodoxa de Cuba (Sirio-Antioqueña) en el 2002, por deseo de Assata. El matrimonio por lo civil no se consumó ya que, según Bravo, su mujer se encontraba con penurias económicas y un extranjero tiene que pagar 650 dólares para contraer matrimonio en Cuba.
“Ella siempre venía con mil o dos mil dólares, dinero usado para los niños; yo también la ayudaba con los gastos”, cuenta Juan Carlos.
La madre de los niños comenzó a visitar Cuba desde el año 1997, momento en que ambos comenzaron sus relaciones sentimentales. Su primera hija nació en el año 2003.
Assata estuvo por última vez en Cuba en 2012, cuando trajo al recién nacido de tres meses Roberto Carlos. Un año después la relación de ambos término, lo que impidió que tuviera lugar el matrimonio por lo civil. El proceso migratorio se detuvo.
Bravo Rodríguez refiere que visitó la SINA “cuatro veces entre el 2010 y 2012; la última vez me dijeron que regresara cuando trajera la certificación de matrimonio. Mi pasaporte está retenido allí y vence este año. Sé que mi trámite acabó, no me casé y mi relación de quince años se derrumbó, pero mis hijos continuaron y no tengo manera de verlos”.
Problemas por todos lados
Según declara Bravo, su ex-esposa Assata Sunni-Ali no recibió el permiso de viajar a Cuba en el 2013 ya que la Sección de Intereses de Cuba en Washington le negó la visa. Cuenta además que “funcionarios de Inmigración de Cuba en el 2013 me amenazaron que me multarían a mil dólares si ella volvía a quedarse pasado su tiempo de estancia en Cuba. Me aclararon que para dejar los niños aquí yo debía tener una cuenta en el banco de cuatro mil dólares”.
“Fui intimidado de forma amenazante por agentes de la Seguridad del Estado perteneciente a la unidad de Enfrentamiento Sur, ya que Assata cuando visitaba la isla demoraba más del tiempo reglamentado para irse”, añade Juan Carlos.
Su mayor preocupación ahora, es que “Assata Sunni-Ali es adicta a las drogas y al alcohol y por eso ha sido requerida por las autoridades en los EE.UU.; sé que tiene una amplio record criminal. Mis hijos están viviendo una situación difícil. Un amigo mío que estuvo en casa de los niños me lo confirmó”.
“Estoy desesperado porque mis hijos no tienen paradero fijo”, dice este hombre. “Me informaron que Reina, con doce años, se encuentra en Atlanta
no sé con quién; A Kanni, de diez, está en Washington con un tío ex-convicto; su madre viaja contantemente a Miami con los otros dos. Su nivel de alcoholismo y drogadicción no cesan, ella me ha llamado en ocasiones aisladas y no la he podido entender ni una palabra”.
La hija mayor de Rodríguez Bravo, una cubana de 28 años llamada Suceti, fruto de su primer matrimonio, así como Juana, la madre de Juan Carlos, “también extrañan mucho a los niños” porque “ellas siempre tuvieron contacto con ellos cuando estaban en Cuba”.
Su historia termina con un llamado “a la Unicef o a cualquier organismo internacional” que pudiese ayudarlo para que vele por la salud de su familia. “Ver a mis hijos”, es el mayor deseo de Juan Carlos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario