No son muchos los cubanos que pueden visitar este sitio
LA HABANA, Cuba – Soroa está situada en los límites de las montañas de la Sierra del Rosario, en el corazón de un hermoso y abrupto paraje natural del municipio Candelaria que hasta el año 2010 perteneció a la provincia de Pinar del Río, pero desde la nueva división administrativa quedó dentro de Artemisa.
Se trata de uno de los tantos lugares diseñados en Cuba para acoger al turismo internacional casi exclusivamente, porque sus altos precios quedan muy lejos del alcance del cubano de a pie. El polo turístico incluye un hotel de 78 habitaciones, así como exuberantes casas construidas en los años 50 del siglo pasado y expropiadas luego de 1959.
No son muchos los cubanos que pueden visitar el salto de agua o el orquideario que existen aquí, que sí disfrutan los extranjeros de paso por la Isla.
Sin embargo, las bellezas naturales de Soroa no estaban vedadas antes de la Revolución y, más aun, al orquideario se podía acceder gratuitamente si bien era propiedad privada.
Cuentan algunos pobladores que ya peinan canas, y que prefirieron el anonimato, que el amor y la sensibilidad por las orquídeas caracterizaron al fundador de ese lugar, un jurista que jamás cobró un centavo a nadie por la visita a la monumental obra, ni vendía ninguna de las 11000 plantas distribuidas en 700 variedades. “El Viejo Camacho tenía fama de tratar bien a sus trabajadores y de pagarles un sueldo decoroso para mantener a sus familias”, dijo una de las fuentes.
CubaNet conversó con dos jardineros que trabajan actualmente en el orquideario, ahora propiedad estatal para generar ingresos al Estado. Javier y Papo describen que “día tras día pasan por el orquideario hasta 300 turistas, y en temporada alta muchos más. A todos se les cobra tres CUC [unos tres dólares] por la entrada, y cuatro si van a usar la cámara para tirar fotos; aparte de venderles comida en la cafetería”, cuenta el primero de los jardineros.
“Lo peor del caso es que nosotros no vemos nada de dichas ganancias. A pesar de que trabajamos duro todo el mes, durante ocho horas diarias, chapeando la hierba, llenando bolsas de tierra, podando árboles, sembrando y regando las flores, y otras tantas tareas, y solo nos pagan 312 pesos cubanos al mes”, continúa Javier.
En cambio Papo compensa su magro sueldo con el arte de asar puercos. “Aprendí con mi padre este oficio. Su fama trascendía en todo este lugar, y al parecer la heredé de él”, dijo. “Casi todos las semanas algún huésped de las diez casas que hay habilitadas para el turismo, enterado de mi profesionalidad, me solicita este servicio y me paga bien. Gracias a esta fama es que puedo mantener a mis cuatro hijos porque mi sueldo es una risa que se diluye como pompa de jabón”, concluyó.
En pocas palabras, “Soroa es un lugar exclusivo para la gente con dinero”, como dijo llanamente un guajiro pinareño a quien escribe esta crónica, mientras aquél se fumaba una breva sentado bajo una mata de aguacate, cuando y se le preguntó: ¿Conoce usted Soroa?
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@leonlibredecuba
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