| La Habana | 6 Mar 2016 - 12:36 am. | 7
Edificio Tavel, en el Vedado. (PPM)
Edificio Tavel, en el Vedado. (PPM)
Más de 9.000 multas y la apertura forzosa de 10.000 locales cerrados, so pena de encerrar a los infractores si fuera necesario, fueron algunas de las medidas coercitivas dadas a conocer oficialmente el pasado jueves en la Mesa Redonda informativa, en pos de garantizar el éxito de la cruzada contra el mosquito Aedes aegypti, el agente trasmisor del virus zika.
Como respuesta gubernamental, 9.000 soldados y oficiales del ejército que permanecían ociosos en sus unidades militares, recibieron la orden de cambiar sus fusiles de asalto por moto/fumigadoras, para combatir manzana por manzana al minúsculo insecto, que se ha hecho fuerte en la capital y otras provincias, gracias a la falta de higiene y la indolencia de gobernantes y pobladores.
Sin embargo, el edificio Tavel —una mole de mampostería y vigas de acero, que pervive bajo un inconcluso proceso de demolición— localizado en la calle 21 Nº 559 entre C y D en El Vedado, se convirtió en un bastión inexpugnable para las tropas del MINFAR que asaltaron con humo e insecticida las viviendas colindantes, pero se replegaron ante el gigante de seis pisos y media cuadra de largo. Morada donde los vecinos aseguran: "proliferan los mayores focos de vectores en toda la circunscripción Nº 29, y, quién sabe, si en todo el municipio o la provincia".
Derrumbe de quejas
Vadín Larramendi, bailarín de la televisión, residente en la calle D, en una vivienda colinda con el Tavel, asevera que ha contemplado atónitamente cómo las ratas corretean sobre las cañerías de desagüe del inmueble en ruinas. "Y, es de suponer —aclara― que en los interiores existen charcas repletas de focos de mosquitos y otras plagas indeseables, puesto que los exterminadores de Salud Pública no se arriesgan a penetrar en el recinto a causa del peligro de desplome".
Larramendi alega que desde hace aproximadamente diez años, las quejas de la comunidad se han elevado desde la delegada de circunscripción hasta el departamento de atención a la población del Consejo de Estado.
Por igual se han efectuado innumerables reuniones con funcionarios del Partido Comunista y el Poder Popular del municipio; Instituto Nacional de Planificación Física, Empresa de Demoliciones, Sector de la Construcción (SECONS), Ministerio de Salud Pública (MINSAP) y otros organismos, pero las soluciones para demoler el Tavel y sanear el área, "son babaza y más babaza".
Cuenta Larramendi que al mudarse para la zona a finales de la década del 80, ya el Tavel (erigido en el primer tercio del siglo XX) estaba declarado inhabitable por fallos estructurales, pero muchos vecinos se resistían a abandonarlo. Por fin, entre los años 2005 y 2006, fue evacuado totalmente.
Posteriormente los saqueadores se encargaron de sustraer los muebles sanitarios, balaustres, mármoles de las escaleras y ladrillos que después eran vendidos en el frontis del edificio, o sea, en las propias narices de la unidad de la Policía Especializada, sita en la esquina de 21 y C.
En 2014 se inició la demolición y para ello fue empleada una grúa de la que pendía una cesta, desde donde los trabajadores—a cincel y mandarria— demolían manualmente las paredes. Pero no se tomaron las precauciones debidas para ejecutar el derribamiento, y los desprendimientos afectaron a los vecinos más próximos. Ante las protestas, la empresa de demoliciones suspendió las labores. Algunos vecinos sospechan que la fuerza de trabajo la componían reclusos.
"Pero el Tavel no solo representa un peligro para la salud —enfatiza Larramendi—, los desprendimientos también amenazan la vida de los vecinos colindantes y los transeúntes". Como experiencia personal, narra que un pedazo de fachada de por lo menos un metro cuadrado, cayó sobre su garaje causando daños estructurales. "Cada vez que observo el grado de deterioro del Tavel —apunta— lo comparo con el menoscabo que sufre la sociedad cubana".
Según el testimonio de Digna Hierrezuelo, una farmacéutica residente en la calle 21 Nº 557 (altos) —a solo 75 centímetros del Tavel—, ella y uno de sus hijos sobrevivieron a un derrumbe. Nunca olvidará que aquel día cayó una arenilla sobre su hombro, creyó que era ceniza del cigarrillo que fumaba, pero fue un error, súbitamente la techumbre se vino abajo y quedaron atrapados bajo los escombros.
Los rescatistas los extrajeron a través de un hoyo que hicieron en una pared contigua, y la huella dejada en su cuerpo por el siniestro se le revela en forma de cicatriz a lo largo del mentón, herida que suturaron con decenas de puntadas.
Tiempo después le asignaron su actual vivienda, pero con serios problemas en la cubierta. Su esposo, que es albañil, la reparó en el término de un año, límite de tiempo exigido por Instituto Nacional de la Vivienda, bajo condiciones de ultimátum.
Al iniciarse la demolición del Tavel, no se tomaron las precauciones necesarias. A manera de protección, solo tendieron una malla semejante a las del voleibol, pero la caída de una porción de pretil que coronaba el sexto piso se proyectó contra la cubierta, causando considerables rajaduras.
Hoy por hoy, la casa de Hierrezuelo está apuntalada totalmente, tiene múltiples filtraciones, y se interrumpió el servicio eléctrico en una sesión. El esfuerzo de un puntal colocado en el baño desarticuló una tubería sanitaria y las aguas albañales filtran hacia los bajos.
Otros residentes de la calle 21 Nº 561 y 563 han sufrido afectaciones tanto en techos como en bolsillos, como es el caso de un arrendador, que no ha podido alquilar más sus habitaciones. Y, para ponerle la tapa al pomo, la Empresa de Demoliciones no carga con la responsabilidad de las compensaciones.
La otra cara del problema
Buscando en internet, no se halló alguna norma o reglamento nacional que regule la actividad de demoliciones. Sin embargo, en otros textos se plantea preliminarmente la elaboración de un proyecto técnico que tome en cuenta las características constructivas del inmueble a demoler, la proximidad de otras edificaciones, las vías de acceso para evacuar los escombros y otros desechos, la protección del medio ambiente y la salud e integridad física de los trabajadores y transeúntes.
De acuerdo a las características del Tavel —referido a las normas consultadas— en primer lugar debió diseñarse una estructura de perfiles y mallas de acero resistentes a los impactos y las cargas para proteger las edificaciones colindantes.
El siguiente paso sería ejecutar la demolición de arriba hacia abajo y de forma manual, pero auxiliados con martillos neumáticos o eléctricos. También debe proveerse la debida protección a los trabajadores. Por este método, el costo por cada metro cúbico de demolición puede llegar a los 180 CUC, según presupuestos consultados.
Atendiendo a un cálculo a priori, que contempla los alquileres de andamiajes, contenedores para escombros, transportaciones, salarios y otros gastos, el presupuesto para demoler el edificio Tavel no rebasaría el 0,5% del costo de un campo de golf con infraestructura incluida. Inversiones, las del golf, que el Estado fomenta para satisfacer las demandas del turismo.
Fuentes de la Empresa de Demoliciones que hablaron bajo anonimato, plantean que la empresa tiene un plantilla de 260 trabajadores, agrupados en 30 brigadas —una de ellas permanece 24 horas de guardia—. Su salario está vinculado a la productividad y el monto más alto que han podido devengar ronda los 1.000 CUP mensuales, de lo recibido tienen que entregar el 5 % a la burocracia. El pago por condiciones anormales de trabajo o peligrosidad es de 20 centavos CUP por hora.
Los trabajadores carecen de equipos de protección para acometer sus labores, las herramientas son de baja calidad y no resisten los regímenes de trabajos pesados; los vagones comprados por la entidad están diseñados para labores de jardinería y no para cargar escombros, que entre otros tantos inconvenientes, asoman como algunos de los problemas revelados por los trabajadores de la citada empresa.
Lo cierto es que en tiempos del zika, el edificio Tavel se mantiene en pie e imbatible, ante un ejército profesional que estará obligado a acometer una operación comando para eliminar los vectores que se parapetaron en sus ruinas.
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