miércoles, 5 de febrero de 2020

Alarmantes cifras de abortos

Las alarmantes cifras de los abortos en Cuba

La población de Cuba, hoy por hoy, debía haber alcanzado los 16 803 000 habitantes. Le faltan 5.5 millones de cubanos a la Isla
abortos Cuba
Las alarmantes cifras de los abortos en Cuba. Foto archivo
A Mónika Krause-Fuchs (8 abril 1941 – 20 mayo 2019), alemana de nacimiento, pionera y fundadora del actual CENESEX en La Habana, quien dedicó casi treinta años de su vida a la educación sexual en la Isla, e insistió —inútilmente— en que el aborto no es un método anti-conceptivo sino todo lo contrario: es el que impide la natalidad cuando ya se ha concebido. Descansa en paz, amiga.

MIAMI, Estados Unidos.- Entre 1965 y 2019 se han realizado 5 473 000 abortos en Cuba. Eso según estadísticas internacionales del Abortion Worldwide Report. Y como de estadísticas se trata, y ya sabemos que las nada confiables estadísticas cubanas las proporciona el mismo gobierno, es probable que la cifra sea aún mayor.
Mil más, mil menos. A estos niveles estratosféricos, ¿qué más da? Estamos hablando de 5.5 millones de seres que no ha habido que alimentar, ni vestir, ni calzar, ni educar, ni cuidar o curar, ni alojar. Y toneladas de tejido placentario gratis para utilizar en la aplicación e investigación científica a partir de células madres, y también con fines industriales.
A partir de 1986 se reportaron casi el mismo número de nacimientos —166 049— que abortos —160 986— en la Isla. Una escasa diferencia de 5 603. Pero diez años más tarde, 1996, en pleno período especial, se registraron 69 700 más abortos que nacimientos: 140 200 cubanitos o cubanitas nacidos, 209 900 abortados. En 2004, fueron 127 190 los nacidos, 151 500 los abortados.
Quiere esto decir que la población de Cuba, hoy por hoy, debía haber alcanzado los 16 803 000 habitantes. Le faltan 5.5 millones de cubanos a los 11 330 000 que indica la cifra oficial.
¿Qué estaba pasando en Cuba en 1996 y en 2004? En 1996 se estaba en medio del Período Especial. La situación económica era desastrosa. Dos años antes se había dado la crisis de los balseros, que fueron rescatados y llevados a la Base Naval de Guantánamo. El presidente norteamericano Bill Clinton firmó la Ley Helms-Burton, recrudeciendo las sanciones contra Cuba. Para el 24 de febrero de ese año, Concilio Cubano dentro de Cuba anunciaba una reunión nacional. Ese mismo día las Fuerzas Aéreas de Cuba derribaron dos avionetas de Hermanos al Rescate. Ante tanta crisis concentrada, las mujeres dijeron: ¡No nacerán!
En 2004 se consolidó la represión con la Primavera Negra de 2003, cuando 75 opositores pacíficos fueron arrestados y juzgados a diversas sentencias de cárcel. Fidel Castro se cayó en público durante un discurso y se fracturó una rodilla y un brazo. El presidente norteamericano George W. Bush recrudeció las medidas respecto a las remesas que los cubanoamericanos podrían enviar a Cuba. Las mujeres cubanas continuaron abortando.
Ahora, no me malentiendan. Yo estoy a favor del derecho de una mujer a decidir sobre si interrumpir o no un embarazo. Razones puede haber muchas: su propia salud, una precaria situación económica, infecciones que compliquen el embarazo, un accidente, haber sido violadas o víctimas de incesto, la inviabilidad de un feto.
Pero como son tantas las razones que pueden surgir, o que existen a priori antes de los abortos, lo mejor es ir a tiempo al ginecólogo y ponerse un DIU (dispositivo intrauterino), que el compañero se someta a una vasectomía, o que el suministro de condones sea ilimitado y gratis, abundante y por tubería.
Claro, que no es suficiente con que haya condones: hay que usarlos. Nada de “yo no me pongo eso”, que “no me gusta”, o “no siento nada”, que es la reacción de muchos hombres cubanos. Con los condones no solo se impiden los embarazos no deseados, sino también el contagio de enfermedades de transmisión sexual. Se reduce, también, el número de abortos que tendrá que hacerse una mujer víctima —o cómplice— de su irresponsable pareja.
Eso se llama practicar la anti-concepción, el sueño-misión de mi difunta amiga Mónika Krause. Sexo, pero con responsabilidad. Los abortos deberían ser la última alternativa, el último recurso porque, parecerá natural y fácil, pero lo cierto es que puede traer complicaciones en el sistema reproductivo femenino. Eso todavía no se sabe a ciencia cierta, ni para bien ni para mal.
Un aborto debe ser lo que se hace cuando todo lo demás falló, o cuando por razones mayores —incesto o violación— no queda de otra. ¿Que el feto no tiene la culpa? La mujer tampoco. No tengamos duda de que ella es la que existe como ciudadana con derechos y cédula de identidad. Sus derechos van primero que los de otra vida que aún es inviable.
Lo que también puede escandalizar es la posible relación creada entre aborto y mortalidad infantil. Cientos de mujeres han contado sus historias en privado, sobre abortos inducidos cuando el embarazo se califica de “problemático”.
Las estadísticas de mortalidad infantil de Cuba están entre las más bajas del mundo, y se sabe que hay varias maneras de manipularlas. En un estudio realizado en 2015, el economista Roberto M. González llegó a la conclusión de que las cifras de muertes prenatales —entre la semana número 22 de embarazo y el parto— y las neonatales —entre el nacimiento y los 28 días de nacido— habrían sido manipuladas por las autoridades sanitarias cubanas.
La estadística registrada sugiere que un número de muertes neonatales se reportan como prenatales, lo que reduce, artificialmente, la cifra de muertes neonatales —o sea la tasa de mortalidad infantil— ya que las muertes prenatales no se incluyen en ella.
Cabe preguntar entonces si la práctica de abortos inducidos por concepto de “embarazos con posibles complicaciones” se realiza primordialmente para proteger a la mujer de esas complicaciones, o si también se pretende por esta vía controlar —léase, reducir— el número de bebés que mueren al nacer, o sea, la estadística de mortalidad infantil.
Con o sin el factor “estadísticas”, lo cierto es que en el mundo se denomina la planificación familiar, que en gran parte depende de los abortos, como indicativo de una “cultura del aborto”. Al menos así se clasifica a Rusia, a los antiguos países del bloque soviético, a China, y a Cuba. Y eso es lamentable. Lamentable porque la decisión de abortar es más que una impersonal “interrupción de embarazo”, es una decisión humana, un difícil: “tengo que sacármelo”.
¿Hablan las cubanas en términos de tejidos placentarios? ¿O hablan de criaturas cuya identidad sospechan pero que nunca conocerán? ¿Cuántas cubanas han renunciado conscientemente a su deseo y derecho de crear una familia? ¿Cuántas han tenido que demorar ese primer parto esperando a que la situación socio-económica cambie? ¿O a lograr salir definitivamente del país? ¿Cuántas, simplemente, no parirán?

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