viernes, 18 de octubre de 2024

LA CUBA DE LOS CUBANOS.

LA CUBA DE LOS CUBANOS.
Por Alfredo M.Cepero
Director de La Nueva Nación

 

El camino hacia nuestra libertad estuvo plagado de sangre, dolor y lágrimas pero terminó con nuestra patria ocupando un lugar de honor entre las naciones libres de la Tierra.
El interés de Estados Unidos por Cuba se expresó desde el nacimiento de nuestra nación. Thomas Jefferson había sido explícito en el asunto cuando fue presidente (1801-1809), pero el tema no desapareció en el interés de los gobiernos sucesivos. El propio Jefferson lo planteó a su sucesor, James Madison (1809-1817) cuando le habló de la situación de España y la presencia de Napoleón Bonaparte en la península que podía llevar a una fácil adquisición de las Floridas y, con alguna dificultad, a la de Cuba, lo que para él era la aspiración mayor en ese momento.
En 1810—al inicio del mandato del que fue cuarto presidente de los Estados Unidos—James Madison envió al cónsul y agente confidencial Willian Shaler, para explorar el camino de la posible anexión de la Isla de Cuba a la metrópolis del norte. En 1822—durante el mandato del quinto Presidente de los Estados Unidos—James Monroe expresó el interés por Cuba y sus motivaciones, ya que entendía que la isla era de gran importancia política para su país. El 2 de diciembre de 1823, el Presidente de los Estados Unidos, James Monroe, proclamó la famosa Doctrina Monroe “América para los Americanos” en un discurso en el Congreso de los Estados Unidos.
En 1848—el undécimo Presidente de los Estados Unidos—James Knox Polk, intentó comprar Cuba a España por cien millones de dólares de la época. La metrópolis, que iba perdiendo su dominio en el continente americano sacudido por las guerras de independencia, se aferró a sus pequeñas posesiones, especialmente a Cuba, que consideraba la joya del Caribe por su envidiable posición geográfica, justo a la entrada del golfo de México. En 1869—al inicio de la primera guerra de la independencia de Cuba en 1868—denominada Guerra de los Diez Años—el décimo octavo Presidente de los Estados Unidos, Ulysses D. Grant intentó de nuevo adquirir la isla de Cuba.
En 1897—un año antes de la intervención estadounidense en Cuba—el vigésimo, el vigésimo quinto Presidente de los Estados Unidos, William McKinley intentó de nuevo su compra. La explosión del Maine el 15 de febrero de 1898, que estaba anclado cerca de la bahía de la Habana, causó el fallecimiento de 256 de sus 355 tripulantes, fue lo que sirvió de excusa para la intervención en la guerra de los Estados Unidos contra España. De este modo se inició la guerra, poniendo, en marcha, la política expansionista de los Estados Unidos en ultramar.
El 3 de julio de 1898, en Santiago de Cuba, los buques de los Estados Unidos destruyeron la escuadra española del almirante Cervera. Las últimas tropas españolas procedentes de Cuba regresaron a España el 12 de agosto de 1898. La pérdida de Cuba y de las demás colonias españolas marcó el principio del fin del Imperio español. Para los cubanos, el objetivo de la lucha era la independencia de España, no la intervención norteamericana, que en la práctica solo significaba un cambio de dueño. El Tratado de París, firmado el 10 de diciembre de 1898, establecía que Cuba se independizaba formalmente de España y pasaba a ser territorio ocupado por los Estados Unidos. El general Leonardo Wood fue nombrado gobernador militar de Cuba.
El Tratado de París de 1898 lo componen 17 artículos, de los que destacamos algunos, aunque reducidos, por falta de espacio. Artículo 1º  España renuncia a todo derecho de soberanía y propiedad sobre Cuba. Artículo 8º En cumplimiento de lo convenido en los artículos 1º, 2º y 3º de ese tratado. España renuncia en Cuba y cede en Puerto Rico y en otras islas de las Indias Occidentales, en la Isla de Guam y en el Archipiélago de las Filipinas, todos los edificios, muelles, cuarteles, fortalezas, establecimientos, vías públicas y demás bienes inmuebles que con arreglo a derecho son del dominio público, y como tal corresponden a la Corona de España.
La tercera cláusula de la Enmienda Platt prohibía al gobierno cubano firmar tratados internacionales que comprometieran la independencia de Cuba o que permitieran a potencias extranjeras utilizar la isla con fines militares. Ahora bien, la mayoría de las disposiciones de la Enmienda Platt fueron derogadas en 1934 cuando se negoció el Tratado de Relaciones Cubano-Americanas de 1934 entre los Estados Unidos y Cuba como parte de la política de “Buen Vecino”, del presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt hacia América Latina.
El camino hacia nuestra libertad estuvo plagado de sangre, dolor y lágrimas pero terminó con nuestra patria ocupando un lugar de honor entre las naciones libres de la Tierra.
10-18-24

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