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«Ni el socialismo ni el comunismo son la solución para los problemas de igualdad y prosperidad que necesitan los países de América Latina»
Jorge Mario Pedro Vargas Llosa
(Arequipa, Perú, 28 de marzo de 1936 – Lima, Perú, 13 de abril de 2025)
¿Cuándo te descubrí?
Sinceramente no recuerdo. Creo que, si mi memoria no me traiciona, fue tras visualizar la versión cinematográfica de «La ciudad y los perros» que comencé a seguirte los pasos, a enrolarme con Julia, Pantaleón, Palomino, Rigoberto, lamentando las travesuras de la niña mala, envidiando el sueño del celta, construyendo mi propia casa verde, proyectando una fiesta para el chivo o provocando una placentera y complicada plática en una catedral sin importarme si se acercaba, o no, en estos tiempos recios, la guerra del fin del mundo bajo la égida de un héroe anónimo.
Ahí te convertiste en uno de mis imprescindibles, y junto a Carpentier, Eco, Follet, «El Gabo, »Lezama, Cortázar, King, Martí, Hemingway, Roa Bastos, Casaccia, Onetti, Orwell —entre otros— me tomaste de la mano para así encausar mi férrea adicción literaria.
Hay algo que no sabes.
En el 2010, previo al anuncio del Premio Nobel de Literatura, maldije a la Academia si no te otorgaba el galardón y juré por lo más sagrado —en ese instante la memoria de mis abuelos—, que si sucedía nunca, pero NUNCA MÁS, estaría al tanto de tan importante nombramiento.
Pero hay más que tampoco sabes.
Luego del anuncio, me vi en la obligación de enfrentarme a un periodista del diario GRANMA, órgano oficial del repulsivo Partido Comunista de Cuba —fallecido hace escasos años—, al publicar su nota refiriendo al suceso mundial, justo reconocimiento a tu profusa carrera literaria, recordó tu condición de enemigo de la revolución cubana.
¡Nefasto comentario de un ser poseedor de gran despreciable indigencia intelectual, probo desconocedor del caso Padilla!
Estrechar tu mano y agradecerte por tanta grandeza e iluminación desde hoy forma parte de mis anhelos no concretados. Al borde las nueve décadas de fértil existencia te despediste de este ámbito terrenal para pernoctar, sempiternamente, en el panteón de los inmortales, de los imprescindibles.
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