miércoles, 3 de marzo de 2010
Cuba y los presos comunes
Yo es que debo ser rara porque lo que más me ha indignado de las palabras de Willy Toledo asegurando que Orlando Zapata, el preso cubano muerto por huelga de hambre, era un delincuente común y no un disidente político, no es que dichas palabras hagan o no el juego al gobierno cubano, sino que de ellas parece deducirse que si Zapata fuese un preso común entonces el trato que se le ha dado ya no es tan censurable. En el debate posterior, aquellos que por defender al gobierno cubano sostienen que Zapata era un preso político, parecen decir lo mismo que Toledo, que si era común no es tan grave que se haya muerto en huelga de hambre. Yo quiero apuntar aquí a este aspecto que va más allá de si Cuba viola o no los derechos políticos y humanos de todos sus ciudadanos. Resulta que también se pueden violar los derechos fundamentales de los presos comunes y que hacerlo es muy grave y merece el máximo reproche, lo haga Cuba o EE.UU.
De hecho, creo que un preso común que protesta por las condiciones insoportables de su encarcelamiento se convierte en un preso de conciencia. Digámoslo claramente de una vez porque el debate está también abierto en España: los presos, todos, tienen derechos. Si llegamos a pensar que no -y a veces en algunos debates que se mantienen aquí parece que nos acercamos a esas tesis- estaremos si no en el mismo sitio sí acercándonos peligrosamente al gobierno cubano y a otros muchos gobiernos que violan los derechos humanos, países democráticos entre ellos.
Una de mis inamovibles convicciones políticas es mi adhesión a la frase de Dostoievski de que el grado de civilización de una sociedad se mide por la manera en que trata a sus presos. Los presos no dejan de ser ciudadanos con derechos, con la libertad y algunos derechos civiles suspendidos obviamente, pero a los que en ningún caso se les puede privar de sus derechos humanos. No se les puede torturar, maltratar de ninguna manera, aplicar penas injustas ni ningún tipo de trato degradante o inhumano. El estado tiene que garantizarles una vida digna y suficiente así como la posibilidad de reinsertarse. Si Zapata consideró que era maltratado o tratado injustamente, como parece que así era, si recibió un trato inhumano en la cárcel e inició una huelga de hambre como protesta por ese trato, esa huelga de hambre es una huelga política y el gobierno cubano se comportó como un torturador al fallar en su obligación de proteger su vida y su salud, además de sus derechos. Cuando Willy Toledo compara a Zapata con Aminatu Haidar y dice que ésta es una mujer que ha sido torturada como luchadora de la causa saharaui mientras que Zapata es un delincuente común ¿está sugiriendo que a un delincuente común se le puede torturar mientras que a un preso político no? De hecho, me temo que podría asegurarse (la experiencia nos lo demuestra) que un país que maltrata a los disidentes políticos hace picadillo a los comunes, aunque la aseveración contraria no siempre funcione: un país sin presos políticos no siempre garantiza un buen trato a los presos comunes.
Los malos tratos, la tortura, los tratos degradantes, la pena de muerte son siempre y sin ninguna diferencia graves violaciones de los derechos humanos, se apliquen a quien se apliquen y no son más permisibles porque los sufra un preso común o uno político. Las vidas de ambos valen lo mismo y su dignidad es idéntica. Si una persona que se dice de izquierdas llega a hablar con tal desprecio de la vida de un preso, entonces es que su modelo de sociedad se acerca peligrosamente a lo que piden todos esos personajes demagogos y manipuladores que a mí me enferman y que quieren siempre mano dura para los presos, penas más duras y sin posibilidad de reinserción, cadena perpetua y, finalmente que todo llegará, pena de muerte. Porque eso es lo que le fue aplicado a Orlando Zapata, una pena de muerte lenta y dolorosa. Y me da igual quién fuera o lo que hubiera hecho.
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