viernes, 30 de abril de 2010
POSIBILIDAD DE AHORRO DESESTIMADA
Por Moisés Leonardo Rodríguez
Cabañas, Habana, 29 de abril 2010, (PD) El gobierno cubano despliega gran propaganda sobre sus planes y acciones para el ahorro de energía y la protección del medio ambiente pero, a pesar de ello, no aprovecha todas las potencialidades en este campo.
Hace varios años se sustituyeron viejos equipos electrodomésticos de mayor consumo por aparatos más modernos con el supuesto fin de ahorrar energía y disminuir con ello las emisiones contaminantes. El gas fue eliminado casi totalmente como combustible para cocinar.
Se mantienen a modo de prueba en la Isla de Pinos y la zona norte de Camaguey varios generadores eólicos que, en las Islas Canarias, el centro de Estados Unidos y otros lugares, han probado su eficiencia como fuentes de energía renovable desde hace decenios.
Las pocas potencialidades hidráulicas del país son explotadas en alguna medida. Las celdas fotovoltaicas se utilizan de forma no generalizada y los calentadores solares, que en la década de los noventa tuvieron gran auge y sobre todo mucha propaganda, han quedado en el desuso y el olvido.
Una de las potencialidades no explotadas es la sustitución de viejos vehículos de transporte por modernos y por tanto más eficientes y menos contaminadores.
En los autos y camiones de mediados del siglo XX, que tanto abundan en nuestro país, se utilizaban materiales pesados en su construcción, los diseños se hacían según un capricho estático dictado por la moda y los motores eran potentes pero poco eficientes.
Los actuales se construyen con materiales más livianos como plásticos y aleaciones ligeras, diseños mas redondeados, es decir, más aerodinámicos para oponer menos resistencia al aire y cuentan con motores y utilizan gasolinas más eficientes. Estudios sobre el tema demuestran que los vehículos a motor son la fuente de mayor contaminación ambiental y que los autos más viejos son siempre los más contaminantes.
La profundización de la crisis nacional por las desacertadas políticas públicas del gobierno castrista, incluidas las concernientes a la energía, obligan a dar pasos en firme y audaces para el alivio de sus efectos.
La nueva pérdida del sustento por terceros, emplaza al grupo de poder a escoger entre los cambios o la muerte. Demorar uno de estos elementos acelera la llegada del otro. Ya en la década de los noventa, la gerontocracia mandante sintió esta dicotomía y actuó en el sentido dictado por la razón, aunque moderadamente.
La sustitución de autos y camiones viejos por modernos no solo se traduciría en ahorro de combustible sino además de aceites lubricantes, gomas y cámaras, líquidos hidráulicos y disminuiría las emisiones de contaminantes por la mayor eficiencia de los últimos.
Dicha sustitución, a diferencia de lo ocurrido con los electrodomésticos, debe tener en cuenta la libre decisión de sus propietarios y acompañarse de facilidades de pago y el otorgamiento de créditos dado los altos precios de los vehículos en el mercado estatal. Los viejos vehículos entregados en el cambio deben ser tasados y disminuido su valor de costo de los nuevos.
En los actuales momentos de crisis internacional y ahondamiento de la crisis nacional de las últimas dos décadas, el cambio de vehículos constituye una opción para favorecer el ahorro sin tener que apretar más a los de abajo ni recordarles la inevitable muerte que esta garantizada para todos por igual, ahorren o no.
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