viernes, 27 de agosto de 2010

LA ESCRITURA DE LA PRISIÓN

PUBLICADO PARA HOY 28 DE AGOSTO


Por Lucas Garve




Mantilla, La Habana,(PD-FLE*) La narrativa es el vehículo de los relatos humanos. Los textos pertenecientes a este género surgen en el espacio sin fronteras del testimonio.

En la Literatura Cubana, los primeros relatos que incorporan el tema de la prisión existen desde el siglo XIX y resultan posiblemente transcripciones de relatos orales.

Pero fueron los mambises y patriotas del siglo XIX quienes primeramente escribieron y publicaron los textos con que cuenta la bibliografía para marcar el arranque de la narrativa carcelaria. Entre ellos, están por ejemplo: “Los confinados a Fernando Poo”, el conocido Presidio Político de Martí, Mis buenos tiempos, etc.

Sin embargo, aún en las primeras décadas del siglo XX la escritura de la prisión no se despoja del carácter testimonial y sólo bien avanzados los años 20 y comienzos de los 30 es que presos y ex presos escriben artículos periodísticos, relatos, cuentos, que constituyen ya ejemplo de una literatura de la cárcel.

Preciso es fijar que la narrativa de esta especie está marcada por el acontecer sociopolítico. En una república con apenas dos décadas de instaurada, la escritura de la prisión revela la aparición del preso para ocupar un espacio en la Literatura junto al negro, el obrero, el campesino, el tahúr, el hacendado, la empleada, la prostituta.

Evidentemente, una escritura donde se truecan los sueños y las ilusiones por el desengaño, la desesperanza y la falta de fe en la redención humana. No obstante, hay quienes llegan a sobrevivir al naufragio de sus vidas que significa la estancia carcelaria y ejercen el acto de transcribir sus penosas y desventuradas vivencias así como agarrados a la tabla de salvación que representa la actividad de escribir y es que logran respirar y no ahogarse entre los barrotes de las celdas.

La escritura de la prisión está además vertebrada por el hecho mismo de la tragedia implícita en el encarcelamiento. No es el hecho en sí de la privación de libertad, sino como esta última contamina con sus consecuencias a la familia, al círculo de amigos, a la manera de ver la vida antes y después de la estancia carcelaria. Estímulo que conmina al preso a convertirse en escribiente y ejecutar el acto de denunciar la dramática experiencia existencial de la prisión y al mismo tiempo desnudarse de sus sufrimientos para que sirva como exorcismo que espante los demonios de la cárcel de sus recuerdos.

Es asimismo significativo en nuestro caso insular que la escritura cubana de la prisión se caracteriza por ser fijada por los propios presos. Eso confiere a los textos una credibilidad mayor que si hubieran sido contados por autores que no hayan pasado por esa amarga experiencia.

No deja de ser relevante en lo particular tampoco que esta no es una escritura hecha desde el poder, ni establecida desde el punto de vista de o por las instituciones, ni siquiera por funcionarios o guardias, por lo que constituye un traslado de vivencias más efectivo y crudo en el afán de revelar la realidad de la vida del preso.

No podría faltar mencionar cómo esta narrativa es un arma para ganarle la pelea al olvido, al estampar la huella del encierro en el presidiario que se debate por sobrevivir en una soledad compartida entre las paredes de las celdas y se esfuerza por vencer al olvido.

Olvido no exclusivo de los seres que pueblan las cárceles también y ante todo, olvido de los hechos terribles que tienen que vivir los presidiarios, la falta de privacidad, la promiscuidad de la convivencia, la miseria sexual, el hambre, la separación familiar, el choque con diferentes personalidades y destinos, el ostracismo social.

Alienta sobremanera a los escritores que han incursionado en esta dirección la necesidad de hacer saber lo que ellos han visto, oído, padecido, soportado, porque es una manera de recuperar el tiempo perdido tras las rejas.

No seríamos nosotros mismos, si no mencionáramos, por el exclusivo valor testimonial y la inminencia de la cercanía a nuestra peripecia, la contribución a esta narrativa de nombres conocidos de todos en los últimos años de esta escritura de la prisión. En este caso, la injusticia de la prisión la combaten con el acto de libertad que es escribir su testimonio: Héctor Maseda, Manuel Vázquez Portal, Jorge Olivera Castillo, por ejemplo, quienes con su esfuerzo han trasladado a sus obras las heridas físicas y espirituales que la cárcel les ha producido en cuerpo y alma.
Todavía esperamos con atención el alumbramiento de nuevos relatos propios de esta vertiente de la narrativa. No debemos desatender la abundante epistolografía, al referirme en conjunto a la correspondencia de los presos con el círculo de seres afectivos. Las cartas que recogidas por manos de familiares y amigos, aportarían conocimiento y razón del abismo carcelario. Falta mucho por decir.

Queda siempre mucho que decir cuando se trata un tema como este, no obstante, la inmediatez que nos acerca a muchos de los presentes al tema de la narrativa de la prisión nos obliga a revisarlo con frecuencia, pues aunque no sea un placer, constituye un deber con nuestros presos.

garvecu@yahoo.com

*Fundación por la Libertad de Expresión

No hay comentarios:

Publicar un comentario