sábado, 18 de diciembre de 2010
CON LOS OJOS ABIERTOS NO SE PUEDE VIVIR
Por Ramón Díaz-Marzo
Habana Vieja, La Habana, 19 de diciembre de 2010, (PD) Con los ojos abiertos no se puede vivir. Con los ojos abiertos es mirar, saber cuál es la esencia de la realidad humana. Estamos compartimentados por decreto divino. No juzguéis mal al Creador. Nos hizo así para darnos la individualidad que lo caracteriza a Él mismo. Pero esa individualidad se paga con el insoportable precio de la soledad si no estamos unidos a Él. Es como un juego, un poco terrible, pero al fin y al cabo, un juego donde ganan los más fuertes.
El amor, y todas las cosas humanas que nos unen, que nos hacen sentir en interrelación con los demás, son invenciones de la propia necesidad humana que el Hombre tiene para soportar la vida. Pienso que el ser humano siempre está esencialmente solo, aunque esté al lado de otra persona, viva en el seno de una familia, se encuentre en medio de una multitud, una sociedad, una asociación. Y aplaudo esta característica de los seres humanos.
Estoy casi seguro que cuando somos niños podemos vivir con nosotros mismos. Pero luego la propia sociedad nos quita, nos arrebata esa disposición divina, y sólo nos queda la alternativa de cerrar los ojos para no ver la realidad.
Es cierto que todos no podremos llegar al final del camino ni aunque vivamos 120 años. Con los ojos cerrados se puede vivir, pero no alcanzar la liberación divina. Con los ojos cerrados podemos pasar por la vida sin darnos cuenta de nada, y es mejor así. La información que Él nos brinda hay que pagarla a un precio demasiado alto que nuestra pequeña comprensión no tiene con qué pagar.
Así, es como si la vida y su finalidad última fueran una trampa, más que un juego. Y así no tenemos fuerza para vivir con los ojos abiertos. Creo que quienes abren los ojos y logran continuar viviendo hasta su muerte natural es porque se han “vuelto locos”.
Esa información que permitiría ver, mirar, saber, cómo son las esencias de la naturaleza total, sólo pueden pagarla aquellos seres que tienen el don -o le ha sido dado un don- para vivir “medio locos” sin perder la razón ante la soledad.
Porque la soledad no es otra cosa que lo que más se parece a la libertad divina que Él nos ha prometido, pero estamos dentro de un cuerpo lleno de miserables necesidades y la tarea, el sentido último de la vida, que es unirse a Él, es difícil, por no decir imposible.
Lo único que tiene la raza humana para abrir los ojos es el arte o una ciega devoción que es como estar “medio locos”. Cuando disfrutamos de una obra de arte, no abrimos los ojos totalmente, sino que los entreabrimos para ver un poco lo inefable. Luego tenemos que cerrar los ojos para continuar viviendo y hacer de la rutina, de lo que se repite, un falso paraíso.
Con el lenguaje, que casi todos los místicos coinciden en considerar divino, nos hemos autotitulado semi dioses. Estos títulos que nosotros mismos nos otorgamos sin pedirle permiso a lo DESCONOCIDO es potenciar el acto de cerrar los ojos, creernos “cosas”, como vulgarmente se dice en Cuba.
La fuerza de la Razón es un enemigo de la Fe. Entonces aquí podemos cambiar el sentido del texto. Resulta que la Razón, que nos quita toda esperanza, es vivir o intentar vivir con los ojos abiertos, y la Fe es cerrar los ojos y no querer saber nada más, no adentrarnos en nosotros mismos.
El temor o precaución de no querer adentrarnos en nosotros mismos es porque intuimos que lo que tenemos por dentro es un inmenso vacío, una infinita Nada. Y porque también intuimos que no somos semi-dioses, sino simples seres humanos totalmente indefensos ante la vastedad del Universo.
Por eso el papel del Estado, de los Gobiernos que han sido a lo largo de la Historia, (y las religiones todas, que son una forma muy poderosa de gobernar), es garantizar el sueño de las pobres personas que somos. De modo que aunque existan las guerras, la enemistad entre los gobiernos, hay un consenso internacionalmente aceptado: “potenciar el sueño de las gentes”. Garantizar el sueño forma parte del arte de gobernar.
La única positiva conclusión que podemos sacar de esta insolente reflexión es que antes de que cada uno de nosotros tuviera noticias de nuestro existir, valga la redundancia, no existíamos (que nos conste) de ningún modo. Ahora existimos y el don de la vida debemos de agradecerlo. Aunque vivamos con los ojos cerrados, la vida es bella. Es bella siempre y cuando no se abran los ojos y nos toque, siquiera nos roce, todo el peso del infierno que nos rodea.
Recomiendo a las grandes multitudes (y es algo que ya casi todos hacen) no leer la prensa ni mirar los noticieros televisivos. Nuestro planeta es un caos en todos los sentidos, lo sabemos. Entonces, ¿para qué practicar el masoquismo? Metamos nuestra conciencia en la arena del entretenimiento banal. Cuando sobrevenga el Armagedón, ya sabremos, si es cierto que se podrá saber, qué nos espera. Si no, entonces volvamos al sueño eterno. Regresemos a ese estado anterior donde nunca supimos que alguna vez, en el tramo del tiempo, seríamos.
ramon597@correodecuba.cu
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