viernes, 17 de diciembre de 2010

LENNON, UNA MEMORIA QUE ARDE



Por Juan Antonio Madrazo Luna


El Vedado, La Habana, 18 de diciembre de 2010, (PD) Este 8 de Diciembre se cumplieron 30 años del asesinato de John Lennon, uno de los músicos y leyendas más universales. Lennon fue un poeta sensible, el listo, el líder, siempre rebelde con una posición muy vanguardista en torno a The Beatles.

Acerca de John pudiera en este momento decirse muchas cosas. Siempre fue un músico genial, tuvo una vida intensa, se llegó a declarar más popular que Jesucristo, siempre se declaró pacifista y aun la foto que se tomó desnudo junto a su amada Yoko Ono recorre el mundo.

El pasado miércoles 8 mientras en diversas partes del mundo (Tokio, Londres, Berlín, New York, Liverpool, etc.) se le rendía un merecido tributo, pues es el misterio que acompaña a varias generaciones, en El Vedado, uno de las barriadas más populosas de La Habana, una legión de músicos presidida por Manuel Sabin también se sumó a recordarlo en el parque habanero que lleva su nombre.

Canciones antológicas como Woman, Michelle, Please please me, e Imagine y su testamento ideológico y estético, en el que logró una belleza superlativa, presidieron la velada bajo una intensa noche invernal.

Pero esta fiesta fue menos memorable que la de otros años. Fue notable la ausencia de muchos músicos fundadores de los anteriores homenajes a Lennon, entre ellos Carlos Varela y la tropa de Gens. No solo se sintió la ausencia de músicos, también fue considerable la deserción de jóvenes y no tan jóvenes militantes del Club de Fans de The Beatles en la Habana, de los cuales muchos se han visto obligado a emigrar.

Mientras que esperábamos el concierto, el lugar se convirtió en una tribuna de la memoria. En el encuentro intergeneracional, eran comunes los testimonios sobre épocas muy recientes en que muchos jóvenes tuvieron que arañar la superficie ante amenazas y radicalismo, cuando el rojo desafiante era un peligro.

Mientras que Lennon y The Beatles se oponían a la guerra de Vietnam, adictos a la contracultura y considerados izquierdistas, en Cuba los comisarios ideológicos los censuraban. Alrededor de ellos se multiplicaron y se exacerbaron las prohibiciones. El arco climático de la época fue presidido por la desconfianza hacia lo extranjero, especialmente lo occidental. El Rock y el Jazz fueron ondas expansivas clasificadas por la ortodoxia revolucionaria como diversionismo ideológico asociado a la cultura imperialista.

The Beatles fueron vistos como un reto inmediato a la ideología revolucionaria. Los comisarios ideológicos, al fiscalizar sus medios de comunicación, desplegaron de inmediato sus escudos de defensa. Órganos de prensa como el Caimán Barbudo de la Unión de Jóvenes Comunista, Revolución y Cultura del Consejo Nacional de Cultura, Moncada del Ministerio del Interior, Verde Olivo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, etc., se convirtieron en juzgados de la Inquisición.

El rock fue marcado por las exclusiones y persecuciones. Fue calificado de manifestación desintegradora, corruptora, psicodélica, genocida musical y colonizadora. Hubo fuertes críticas ideológicas y políticas al cabello largo, a la moda extranjera y la estética afro. No solo fue marcada por el rígido velo de la intolerancia la generación de la Beatlemanía, quienes en los 80 éramos unos adolescentes, también fuimos satanizados, nos tocó nuestra cuota de diversionismo ideológico, éramos consumistas, repugnante escoria en la era del osito Misha.

Gracias a emisoras de onda corta que fueron asentándose en el gusto popular, como Radio Netherland, la BBC de Londres, La Voz de los Estados Unidos de América, la WQAM de Miami, la KAAY de Little Rock de Arkansas y otras que se escuchaban de forma clandestina, mediante los clásicos e importados radio Selena en amplitud modulada pudimos conocer a clásicos de la música como Led Zeppelin, Deep Purple, Emerson Like and Palmer, Kiss, Aerosmith, Fleetwood Mac, Rod Stewart, entre otros.

En un libro del escritor cubano Ernesto Juan Castellano, nos recuerda como a John Lennon le tomó cuarenta años sentarse “oficialmente” en un parque de la Habana, convertido por quienes lo satanizaron, en un ejemplo de verdadero revolucionario solo después de muerto, después de ser visto durante décadas como un icono del diversionismo ideológico que podía contaminar al no logrado hombre nuevo.

Aun el oscurantismo ideológico nos acompaña, bajo otras mascaras y otros ropajes. Aun nos asedian otros peligros, las heridas del autoritarismo no están totalmente cerradas. Los prejuicios siguen vivos, y ciertos dinosaurios conservadores y extremistas disponen de poder y marginan varias tendencias a planos inferiores y discriminatorios. Las discriminaciones en Cuba aun son una barrera silenciosa.

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