domingo, 27 de febrero de 2011

Cuba hoy no es Egipto




Escrito por Rogelio Fabio Hurtado



Marianao, La Habana, 28 de febrero de 2011,



(PD) Nuestros actuales problemas son tantos y tan profundos que uno se siente tentado, con Sindo Garay, a confiar en que se atropellen unos a otros y nos dejen, al menos, seguir sobreviviendo hasta más ver. En verdad, desconozco los que aquejan a Egipto, país por tantas décadas también políticamente monótono, que acaba de explotar en grande.

Unos cuántos, dentro y fuera de Cuba, se han esperanzado con la idea de que esto sea contagioso; en otros, ha cundido (disimuladamente) el pánico. El primer aniversario de la inmolación de Orlando Zapata Tamayo sirve de acicate. La Seguridad tiene a su infantería desplegada por toda La Habana. Reparten amenazas de búsqueda y captura; a las que paradójicamente, sus destinatarios reaccionan con cierto entusiasmo, ante la expectativa de que, por fin, algo se va a formar.

Si bien comparto esa ansiedad de novedad, cuando lo pienso detenidamente, no tengo más remedio que aplacarla: Cuba, hoy, no es Egipto.

Las volteretas políticas cubanas siempre han estado precedidas por años de lucha, durante los cuales el régimen a derribar ha obtenido sucesivas victorias parciales sin conseguir restablecer la tranquilidad nacional.

Durante la etapa colonial, Arsenio Martínez Campos lo hizo, mediante el Pacto del Zanjón. Sin embargo, en 1895, ni la Reconcentración de Weyler ni la muerte de Maceo, pudieron impedir el desenlace.

Durante la etapa republicana, tanto Machado como Batista en su segundo periodo, fueron combatidos a sangre y fuego hasta ser depuestos.

La dictadura del primero coincidió con una grave crisis económica y los Estados Unidos desempeñaron un cierto papel, tanto en su caída como en la agitada lucha política que vino a sucederlo. El 5 de agosto de 1933, se tiró gente a la calle, creídos que el dictador ya había caído y fueron ametrallados por la Porra represiva.

A Batista trataron de persuadirlo demasiado tarde. El apoyo ofrecido al joven caudillo de la Sierra Maestra por la gran prensa norteamericana (The New York Times y Life) evidenció una corriente de simpatías, que la pequeña, la media y buena parte de la alta burguesía nacional compartieron.

Entonces, el gallardo Comandante derribó al Mulato Lindo y se instaló provisionalmente en el Poder al frente de su ejército particular, sobre las ruinas de los partidos tradicionales y, sobre todo, del Ejército de la República. La única agrupación política sobreviviente, el PSP comunista, estaba listo a colaborar con él, a condición de que el Líder sacrificase a sus seguidores civiles, los combatientes urbanos del M-26-7. A cambio de esto, podían ofrecerle el apoyo incondicional de sus células de base y, sobre todo, la alianza internacional con la URSS.

El Líder, quien ya le había confesado a su más íntima colaboradora su determinación de librar una guerra contra los Estados Unidos, no vaciló en aceptar la oferta. Ordenó desarticular a sus anteriores fuerzas, ortodoxos y nada comunistas, pasó por alto el anterior vínculo de estos con el depuesto General y, entre discursos públicos y maniobras ocultas, radicalizó el giro a la izquierda, mientras fusilaba sin misericordia a los luchadores urbanos que no transigieron con el carácter socialista de la Revolución.

Después de Playa Girón, puede decirse que comenzó a desaparecer la política en Cuba, suplantada por una adhesión virtualmente obligatoria al CDR y un acatamiento universal a los decretos y las opiniones del Líder, quien no tardó en hacerse con la propiedad absoluta dentro de la Isla, a raíz de la llamada Ofensiva Revolucionaria en 1968, éxito político catastrófico para la economía nacional.

Con el monopolio de la educación y de todos los medios de comunicación, ha engendrado varias generaciones de cubanos castrados de sus derechos civiles y políticos, para quienes la política es muy cochina, además no se come y, encima, es sumamente peligrosa, “hay que estar loco para meterse en esa candela”.

Ejemplo por excelencia de esta mentalidad es la primera novela de Zoe Valdés, La Nada Cotidiana. Otro ejemplo, más cercano, es la inexplicable campaña desatada por los voceros del Exilio Histórico contra los presos políticos que no han aceptado salir de Cuba como condición para ser puestos en libertad, salpicada de injurias gratuitas contra los disidentes que permanecen en Cuba.

Por eso, creo que Cuba (hoy) no es Egipto. Acaso llegue a serlo alguna vez, pero las claves de ese nuevo derrotero no voy a entregárselas. Que las averigüen los policías cibernéticos, si las hay.

rhur46@yahoo.com

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