viernes, 2 de agosto de 2013

El olor de Centro Habana


Juan Gonzalez Febles
olor-habanaCuba actualidad, Lawton, La Habana, (PD) Mientras el carretillero en Belascoaín y San José trataba inútilmente de explicar que los aguacates que vendía no fueron robados, gruesas gotas de sudor rodaban desde su frente a lo largo del rostro.
Vestía una camisa roja a cuadros que llevaba anudada en la cintura. Estaba empapado en sudor y así rendía su tributo a los 35º centígrados a la sombra que compartía con la ciudad.
El carretillero era un mulato que tendrá entre 30 o 35 años.
El policía era mestizo, joven y como casi todos los de su especie, provenía de alguna provincia del este de la Isla. Era un palestino como se suele llamar en La Habana a los oriundos de las provincias orientales. Estos son al parecer, los únicos jóvenes dispuestos a servir en la policía, a cambio de ser enviados a la capital para ejercer el oficio.
El policía sudaba copiosamente a pesar de que bajo la camisa reglamentaria de mangas largas, vestía un pullover que servía para contener el sudor, pero que por la intensidad del calor, no había dado resultado y entonces, sudaba casi tan profusamente como el carretillero a quien se disponía a multar.
Al final, multó en 400 pesos cup al pobre carretillero que tendrá que vender muchos aguacates a 10cup para conseguir pagar la multa y continuar con la venta de aguacates.
De acuerdo al bando dictado por el general presidente Raúl Castro en una de sus últimas y educativas comparecencias, la policía revolucionaria al cabo de más de cincuenta años de complacencia, exige a una sorprendida y muy mal dispuesta población a que usen camisa y no digan malas palabras en la vía pública. De acuerdo a bromistas que nunca faltan, esto solo será autorizado cuando sea necesario. Es decir, las malas palabras y otras conductas equívocas dejarán de serlo cuando vayan dirigidas contra disidentes en mítines de repudio organizados por la policía Seguridad del Estado.
Belascoaín fue una calle que contribuyó a que La Habana fuera la bella ciudad que fue. Hoy debe ser recorrida con cuidado. Pueden desprenderse balcones, escombros, puede ocurrir algún tipo de derrumbe o simplemente cualquier vecino harto de la falta de agua corriente, la contaminación por albañales, nuevas miserias y otras conquistas revolucionarias, lance por una ventana, balcón, azotea, etc., una bolsa con excrementos o un balde de orines.
En algunas ocasiones, los policías son receptores de tales envíos. Como les resulta muy difícil saber con exactitud de donde salió la no deseada entrega, es mejor cuidarse y estar atentos. A fin de cuentas, la Policía Nacional Revolucionaria es "la representante del poder revolucionario en las calles" y como no puede establecerse una relación de causa y efecto entre esta afirmación y el hecho de que nadie los quiere -ni a ellos ni a lo que representan-, repetimos que para ellos, al igual que para el resto, lo mejor es cuidarse y estar atentos.
Una mujer negra y joven y oriunda de las provincias orientales me cuenta que ha sido multada en múltiples ocasiones por vender galleticas y biscochos. Hasta llegó a cumplir una sanción de un año por "actividades comerciales ilícitas". Una fiscal, que describe como una "hijaeputa", le dijo en el juicio que "la revolución no le iba permitir que siguiera enriqueciéndose". "A ver, ¡cómo coño me voy a enriquecer vendiendo galleticas!", exclama.
Le explico que si sufre como dice sufrir, es por su falta de valor y responsabilidad. La exhorto a que se una a las Damas de Blanco y me dice que las ha visto en Coppelia. "¡Son guapísimas! ¡Esas sí, coño! Esas sí...".
Mi amiga reciente piensa viajar a Canadá a partir de la invitación que le hizo un enamorado... Le deseo suerte.
He llegado a hasta Neptuno y Belascoaín y decido descender por Neptuno hasta Galiano. El espectáculo es igual de deprimente. La misma suciedad y el mismo deterioro, pero me percato de un elemento nuevo. Esta parte de la ciudad huele diferente. Se trata de la combinación dulzona de olores que combinados dejan de ser desagradables o ya no lo son tanto. Los olores de todas las mugres se combinan con los olores de las fritangas callejeras, los sudores, las cocinas domésticas, los olores de ambientadores industriales y el olor del miedo en combinación perfecta con el olor del rechazo que crece y se universaliza.
Desde que mataron la alegría y la esperanza en el corazón de los habaneros, La Habana comenzó a morir. Ahogada entre los escombros, la marginalidad y la miseria, queda en la memoria lo que fue y en la esperanza vibrante de sus mejores hijos lo que será cuando la libertad brille e ilumine a todos los cubanos. Pero hoy, esto y el olor dulzón de Centro Habana la definen.
Para Cuba actualidad: j.gonzalez.febles@gmail.com

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