Cómo llegan los cubanos a fin de mes (el editorial que le falta a 'The New York Times')
Si a usted le dijeran que recibirá un salario de 350 pesos —equivalente a 15 dólares— por ser custodio nocturno en una desvencijada escuela, en un
país donde no existe el crédito y donde si quiere comprar carne de res, pescado o leche en polvo debe pagar en moneda dura (la que no paga el Estado),
y donde un electrodoméstico representa el equivalente a seis salarios mensuales, probablemente pensará que su interlocutor es un cínico, un loco o un charlatán.
Pero si usted es una persona honesta, y sabe que ese país existe, indagará cómo llegan a fin de mes esos atribulados ciudadanos.
Ese país se llama Cuba. Una nación que, para bien o para mal, se ha idealizado. Hay quienes adoran a Fidel Castro solo para apuntalar su desprecio hacia Estados Unidos. Desde esa perspectiva, airean las cifras positivas del régimen —que cada vez son menos—, y como loros amaestrados repiten los otrora logros de una cobertura universal de salud y educación para todos.
Es cierto, en Cuba nadie te pregunta si eres disidente o comunista a la hora de recibir atención médica (sería el colmo). Pero existen diferencias.
Mientras los ministros y generales acuden a hospitales que nada tienen que envidiar a clínicas privadas del primer mundo, la mayoría de la población debe madrugar para sacar un turno con un especialista, la mayoría de los hospitales piden a gritos ser reparados y escasean equipos y medicamentos.
La educación es otro tema controvertido. Todos los cubanos sabemos leer, escribir y utilizar los múltiplos básicos. Pero al tener el estudiantado una formación altamente ideologizada, los alumnos de bachillerato aprenden más rápido a desarmar un fusil AKM que cualquier regla elemental de urbanidad.
Más allá, si un cubano aspira a estudiar en la universidad, debe camuflar su manera de pensar. Para un disidente público, es imposible acceder a carreras como periodismo o relaciones internacionales, donde el componente ideológico y de lealtad hacia el régimen es condición.
Así, después que hablan de los éxitos, destacan el deporte, la cultura y el tesón de plantarle cara al "imperialismo yanqui" a sólo 90 millas de sus costas, los aduladores de los Castro se nos quedan sin argumentos.
¿Y los derechos políticos no valen? ¿Por qué los cubanos no podemos convocar una huelga para reclamar mejoras salariales y obligar al Gobierno a que acabe de implementar la unificación monetaria, baje el precio del combustible y vuelva asequibles los productos necesarios para la vida?
Esas preguntas tienen espinas para los defensores del régimen. Pero volviendo al principio, intentemos describirle a un forastero despistado cómo llegan los cubanos a fin de mes.
Reinier G. es custodio de una escuela en un populoso municipio habanero. Hace guardia en noches alternas y recibe un salario de 352 pesos al mes.
Bueno, su trabajo de custodio es un tape. "Tenía al Jefe de Sector (policía del barrio) arriba de mí para que empezara a trabajar. Ya tenía dos actas de advertencia por peligrosidad social. Cuando se acumulan las advertencias, te pueden sancionar hasta con dos años de cárcel 'por peligrosidad'. Comencé a trabajar de custodio para guardar las apariencias".
Reinier G. confiesa que va a su guardia a dormir. "Debo velar para que no
se roben los televisores, los tubos de luz fría y unas computadoras del tiempo de ñañaseré. Si no hubiese custodio, todo eso se lo robarían. También que ninguna pareja entre al patio del colegio y se ponga a tener relaciones íntimas. Después de un par de rondas, sobre las dos de la madrugada me tiro a dormir encima de una mesa hasta el amanecer".
¿Y cómo puede Reinier G. estirar su salario hasta fin de mes? "El salario en Cuba es una burla. No vivo de mi sueldo. Me gano la vida como recogedor de bolita [lotería ilegal]. Recojo dos veces al día. Consigo entre 250 y 400 pesos diarios", explica.
Se podría pensar que Reinier G. es una excepción. Pero cuando se indaga, uno se entera que alrededor del 90% de los cubanos suele buscar un dinero extra al margen de la ley.
Yolanda L., profesional, vende café y jugo de frutas en su oficina. Y piensa expandir el negocio. "Próximamente ofertaré comidas y dulces. Gano
512 pesos al mes (21 dólares), no es de los salarios más bajos, pero si dependiera solo de ese dinero, no me alcanzaría para mantener a mis dos hijos y llegar a fin de mes. Vendiendo jugo y café gano el triple".
Reinier G. y Yolanda L. no pagan impuestos por sus "oficios de buscavidas". Otros, los que desean vivir con ciertos "lujos" (comer bien, vestir ropa de marca, tener una casa decente y un viejo auto americano), simplemente meten la mano en la caja de caudales del Estado o se roban cualquier cosa de valor que encuentren a su alcance.
Sixto H., economista de una empresa, tiene como misión principal justificar el robo de sus jefes. "En los papeles tienes que cuadrarlo todo, por si hacen una auditoría. Los trucos y la ingeniería financiera para camuflar robos son habituales en muchas empresas. Por esas artimañas, a diario me dan 5 o 10 pesos convertibles. También una jaba con comida".
Rogelio R., chofer de ómnibus urbanos, explica cómo llega a fin de mes: "Fácilmente. Cada día me llevo de 200 a 300 pesos de la recaudación del pasaje. Unos se llevan más, otros menos, pero eso lo hacen todos los choferes".
Cuba funciona así. Con leyes no escritas. Con robos, fraudes y desfalcos a empresas estatales. La realidad subyace debajo de una capa de mojigatería en la mentalidad de algunos propios y muchos extranjeros.
En la Isla, la gente come, se divierte o hace compras en moneda dura gracias a las remesas enviadas por sus familias desde el exterior o… lucrando con los recursos del Estado.
Esa masa anónima de cubanos, con sus triquiñuelas para sobrevivir en un país donde el salario mensual promedio es de 20 dólares, un televisor de plasma cuesta 800 y un Peugeot 300.000, espera por un editorial de cualquier periódico, empezando por The New York Times, ahora que tiene a Cuba de moda, que la reconozca.
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