viernes, 5 de febrero de 2010

VERDADES TAPIADAS (I)



Por Osmar Laffita RojasPublicado Hoy

Capdevila, La Habana, febrero 4 de 2010 (PD)

Han trascurrido 20 años de la desaparición de los países mal llamado socialistas. Hoy, con las excepciones de Albania, Rumania y algunas repúblicas de la antigua Yugoslavia, los otrora satélites de Moscú son miembros de la Unión Europea. La Unión Soviética, fue disuelta hace ya 19 años. Los ex-comunistas que desplazaron del poder a “los perestroikos”, devolvieron a la Madre Rusia la grandeza del tiempo de los zares que los bolcheviques liquidaron en noviembre de 1917.

Aquellos acontecimientos sorprendieron a los gobernantes cubanos. Se quedaron en la calle, con su ingeniería de desarrollo y bienestar basada en la subvención multimillonaria que como un río inagotable llegaba a Cuba. De repente, todo se acabó.
Los acuerdos firmados por las autoridades cubanas con los gobernantes comunistas derribados del poder, los que asumieron las riendas de esos países, sencillamente los tiraron al vertedero al tiempo que ponían término al socialismo real.

La sociedad cubana se vio sumida en la más terrible miseria. El valor del peso descendió a cifras nunca conocidas. Comer era un milagro. Ramas y sectores de la economía colapsaron. Los principales indicadores de crecimiento descendieron por debajo del 37%.

Ante este panorama de desolación, dirigentes cercanos al círculo de poder del gobernante cubano le sugirieron hacer algo urgente. Pero había otros, que con el respaldo del primer mandatario, se oponían a la implantación de determinados mecanismos de la economía de mercado, resistiéndose a que la economía respondiera a patrones menos rígidos.

Este sector inmovilista se percató que la crisis se ahondaba, y que podía producirse un levantamiento popular, como ocurrió en la primavera de 1994. “El Maleconazo” (que desencadenó la estampida de más de 50 000 balseros) puso en la superficie el sentimiento de rechazo de sectores de la población contra los gobernantes cubanos.

Al entonces mandatario cubano, presionado por los acontecimientos y en contra de su voluntad, no le quedó otro remedio que decretar la libre circulación del dólar y poner a circular el peso convertible cubano (cuc). Con el objetivo de recuperar el dólar circulante, se crearon las redes de tiendas de recuperación de divisa, en las que se ofertaba la más variada gama de productos.

Se autorizaron los mercados agropecuarios de oferta y demanda, abastecidos por las cooperativas y los productores privados.

Entró en vigencia la Ley 77 de la Inversión Extranjera, la que facilitaba el ingreso de capital y tecnología que el país necesitaba.

Se abrió el país al turismo, con la entrada masiva de vacacionistas procedentes principalmente de Europa, Canadá, México y América Latina.

Se autorizó el trabajo por “cuenta propia” y los micro-empresarios sobrepasaron en pocas semanas más del cuarto de millón.

A partir de los positivos resultados cosechados en las empresas de las fuerzas armadas, se inició la implantación del “Sistema de Perfeccionamiento Empresarial” en empresas previamente seleccionadas.

Como consecuencia de los acuerdos migratorios y el relajamiento de ciertas restricciones que prohibían que los cubano-americanos visitaran temporalmente sus familiares, se posibilitó que estos viajaran a Cuba y enviaran remesas, lo que generó un crecimiento de la actividad económica. Para la segunda mitad de los años 90, el monto de las remesas recibidas se estimaba cercano a los mil millones de dólares.

Si bien todas estas medidas no modificaban el modelo centralizado de propiedad estatal de casi la totalidad de las empresas, con esas mínimas disposiciones la economía cubana experimentó un gran impulso.

Los grupos inmovilistas nucleados en torno al círculo de poder del expresidente, temieron que se les fuera de las manos el control de la sociedad. Para ellos, un discurso, una marcha o tribuna abierta, son más importantes que un plato de comida para el pueblo. En consecuencia, decidieron arbitrariamente poner fin a esta prometedora experiencia, gracias a la cual los cubanos resolvían sus cuestiones más perentorias.

Para propiciar su contra-reforma, derribaron injustificadamente en 1996 las dos avionetas de “Hermanos al Rescate”, a sabiendas que los halcones del Congreso presionarían al Presidente Clinton. Así sucedió y este firmó la Ley “Helms-Burton”.
Desde ese momento se inició la cuenta regresiva de la economía y se echó por tierra lo positivo que se había alcanzado.

En todo este entorno en que se puso en marcha la retrógrada ingeniería de la “Contrarreforma”, ocurrió un acontecimiento que nadie esperaba. Grupos del exilio contrarios al menor acercamiento con el régimen cubano, incurrieron en el desliz de hacer oídos sordos al reclamo legal del padre del niño Elián González para que le devolvieran a su hijo. Castro, con la mesiánica idea de borrar todo lo que oliera a constitucionalismo, capitalizó a su favor el desacierto de los legisladores cubano-americanos que le sirvieron en bandeja lo que él buscaba: convertir “el caso del niño secuestrado” en un asunto de seguridad nacional.

Entonces ordenó que se desplegara una maratónica campaña de reclamo para que el niño regresara al lado del padre y para eso no dudó en dilapidar millones de pesos en marchas, tribunas abiertas, el pago de jornadas labores no trabajadas, la entrega gratuita de pullovers, banderitas, pancartas, y la paralización del servicio de trasporte en función de esta operación.

Cuado el niño retornó a Cuba, parecía que esa locura había llegado a su fin. Pero no, sencillamente fue un alto en el camino. Se reinició entonces la marcha cuesta abajo, que ha conducido a una economía altamente ineficiente e hipotecada y al pueblo cubano a una decadencia generalizada.
ramsetgandhi@yahoo.com

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