sábado, 20 de noviembre de 2010
ABUELOS CUBANOS
Por Tania Díaz Castro
Santa Fe, La Habana, 21 de noviembre de 2010, (PD) Si por los ancianos fuera, nuestros campos tropicales producirían frutas y vegetales y todo lo necesario para una buena alimentación en la isla de Fidel Castro.
Es posible que los ancianos sean quienes más trabajan. El mejor ejemplo lo tenemos en nuestro jefe máximo, quien a sus 84 años todavía hace las veces de dictador. Escribe casi a diario en la prensa nacional (que es suya), ofrece discursos y hasta le sobra tiempo y energía para ver a los delfines dar vueltas en una piscina del Acuario Nacional.
También Sonia, una mujer de 70 años que vive en Santa Fe, es otro ejemplo digno de conocerse.
Cierto es que está obesa de tantos carbohidratos que ingiere al día, que le faltan sus dientes delanteros, que apenas se peina porque siempre anda apurada y maquillarse, como la actriz Rosita Fornés, mucho menos, porque nunca tiene a dónde ir. En Santa Fe no hay cine, ni agradables cafeterías, ni parques acogedores o cualquier otro lugar de esparcimiento.
Sonia se pasa el día en sus trajines domésticos y para ganar algún dinero diario, como mujer práctica que no quiere ser carga de sus hijos, lava para la calle, como hacía su mamá en tiempos de la República y su abuela durante la Colonia.
Sonia se agenció una lavadora de uso y con ella obtiene a la semana seis o siete chavitos, la misma cantidad que recibe su hijo mayor como salario semanal en una fábrica de pintura que últimamente casi siempre está cerrada por falta de materia prima.
La esposa de Pablo hace dulces caseros con las guayabas que le trae un yerno. Sólo tiene que conseguir azúcar prieta, pelar las frutas y ponerlas con agua a la candela.
En dos o tres horas envasa pomos de mermelada de guayaba, y vende cada uno en 25 pesos o un chavito a clientas fijas del barrio.
Esther, de 80 años, es otra anciana que en Santa Fe es muy conocida por sus cajitas de comida que se venden cerca de La Puntilla, donde hay un pedazo de playa nada bueno, pero como dijo Martí, como es nuestra, buena está pese a las piedras y los arrecifes. Hay que ver qué manera de hacer el fricasé de cerdo o de pollo con ajíes y tomates maduros. Sólo basta ver a esta ancianita metida en la cocina del paladar o pequeño restaurante de Luis, con sólo una mesa y cuatro sillas, para saber que hay buena comida.
Hay otras, claro. Como dije, son muchas. Ninguna vive sentada echándose fresco día y noche en espera de que el maná le caiga del cielo. Cada una de ellas se busca los kilos para no pedirlos a nadie, ni siquiera a los hijos o nietos ya crecidos. Todas, es bueno saberlo, están fuera de la ley. Hasta la que vende los aguacates que caen de sus propios árboles caseros, vende mientras vigila al policía.
En Cuba, el único vendedor aprobado por el Código Penal es el Estado, aunque sólo venda miseria. Un sabio chino de la antigüedad lo sabía y lo dijo: “Mientras más leyes hay en un país, más empobrecido está”.
vlamagre@yahoo.com
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario