lunes, 22 de noviembre de 2010
HOY EN EL CALENDARIO CUBANO, 23 DE NOVIEMBRE
Calle Maceo en Camagüey
• Santos católicos que celebran su día el 23 de noviembre:
- En el Almanaque Cubano de 1921:
San Clemente, papa y mártir y Santa Lucrecia, virgen
- En el Almanaque Campesino de 1946:
San Clemente, papa y mártir y Santa Lucrecia, virgen
• Natalicios cubanos:
Varona, Bernabé: -Nació en Camagüey el 23 de noviembre de 1845 y murió (fusilado por los españoles) el 4 de noviembre de 1873. Uno de los valerosos y legendarios héroes de la Guerra de los Diez Años. Tomó parte en las más importantes acciones de aquellos días como jefe y en todas ellas acreditó capacidad y valor. Generoso con el adversario. Organizó, en parte, con fondos reunidos por él en el extranjero, la célebre y trágica expedición del Virginius a cuyo frente vino. Capturado el barco en aguas jurisdiccionales inglesas, cuando venía a Cuba con numerosos expedicionarios, por el crucero Tornado, fue llevado a la bahía de Santiago de Cuba. Y allí comenzó aquella trágica matanza en serie de libertadores ordenada por el gobernador español de Santiago de Cuba Burriel y que cesó por la conminación de los cónsules extranjeros. Pero no pudo librar al general Bernabé Varona, mejor conocido por "Bembeta", quien había sido de los primeros en ser sacrificado. Era comandante del cañonero Caribe el que más tarde fue almirante Cervera y este fue uno de los jefes de ejecución de los patriotas... El destino quiso que en la última guerra de independencia cayera prisionero de los insurrectos mandados por Cebreco, al huir de su puesto de combate y le fuera perdonada la vida por los cubanos, quienes no ignoraban su vil conducta del 73.
El 23 de noviembre en la Historia de Cuba
• 1895 -
- La Invasión Libertadora en Camagüey: Avanza de Las Guásimas a Divorcio, en total 5 leguas recorridas.
• 1868 -
- Sitio de Holguín.
Emeterio S. Santovenia en “Un Día Como Hoy” de la Editorial Trópico, 1946, páginas 661-662 nos describe los acontecimientos del 23 de noviembre de 1868 en la Historia de Cuba:
“La chispa revolucionaria, prendida en Yara, se extendió por casi toda la región oriental de Cuba. Pueblos, villas y ciudades se vieron bajo las armas libertadoras en el transcurso de pocas semanas. La jurisdicción de Holguín se halló invadida por los patriotas. Las fuerzas cubanas mandadas por el general Amado Manuit fueron en Holguín rechazadas a fines de octubre de 1868. El 20 de noviembre de nuevo se presentaron a sus puertas el propio Manuit, los generales julio Grave de Peralta y Francisco Maceo y el coronel Luis Figueredo. Jefe de los españoles de Holguín era el comandante militar Francisco de Camps y Feliú, que, encerrado en La Periquera, tuvo que hacer esfuerzos extraordinarios para evitar la rendición.
“Los cubanos iniciaron el ataque el 20 de noviembre de 1868. El 21 les pareció llegada la hora de intimar la rendición de la plaza. Manuit hizo la demanda a Camps y Feliú. Ambos jefes acordaron celebrar una conferencia en la Plaza de Armas. La efectuaron a presencia de una muchedumbre de curiosos de la población y de individuos del Ejército Libertador. El diálogo terminó con la exigencia reiterada de Manuit, en el sentido de que Camps y Feliú le entregase La Periquera con armas y municiones. Camps expresó su propósito de consultar con personas caracterizadas y oficiales a sus órdenes.
“Los defensores de La Periquera no deseaban deliberar acerca de la exigida rendición: deseaban dar tiempo a que apareciesen refuerzos para sí. La carta conminatoria que el 22 de noviembre dirigió Julio Grave de Peralta a Camps y Feliú, las nuevas entrevistas de españoles e insurrectos en la Plaza de Armas y las amenazas de Manuit no valieron de nada. Cuando, el 23 de noviembre de 1868, los soldados de Cuba libre aguardaban con impaciencia la noticia de la rendición de la casafuerte que era La Periquera, el general Manuit recibió y leyó la comunicación de Camps significativa de que sus subalternos sabían vencer o morir, pero no rendirse.
“La determinación del jefe español entrañaba la inmediata ruptura de las hostilidades, como al fin ocurrió, no obstante las nuevas diligencias pacificadoras de Manuit. Fue sin duda un acto decisivo, un golpe temerario, estudiado y preconcebido con la esperanza cierta de recibir refuerzos. Los servidores del régimen colonial no abandonaron La Periquera y hasta lograron, merced a la presencia de la columna esperada, adueñarse otra vez de toda la ciudad. En cambio, los bravos insurrectos lograron dejar bien sentada allí su reputación bélica.”
Francisco Vicente Aguilera
en Próceres
por Néstor Carbonel
“Nació el 23 de junio de 1821.”
“Murió el 22 de febrero de 1877.”
“Hay hombres que son en la vida de los pueblos como jalones que señalan jornadas de gloria y de martirio. Aguilera es uno de ésos. Pensar en él; asomarse a su vida, es asistir a las pascuas de la libertad de Cuba, al viacrucis sangriento de sus defensores, y a su calvario. Aguilera fue uno de los caballeros sublimes del 10 de octubre de 1868, -día primero en el calendario de nuestro honor. Evocar su figura -alto y delgado y con la barba por el pecho- es verlo atravesar montes y visitar caseríos predicando, nuevo Cristo, la doctrina revolucionaria; es verlo, adolorida el alma por íntimas contrariedades, echarse selva adentro a encarar el peligro y la muerte, seguido de un puñado de bravos; es verlo, en fin, allá en el Norte frío, morir, más que de enfermedad, de la tristeza y horror de contemplar a sus paisanos entretenidos en dimes y diretes, dándose empujones y mordidas, mientras en la isla mártir encapotadas nubes anunciaban la caída de los héroes en el desamparo y la indigencia.
“Bayamés era Aguilera, lo mismo que Céspedes. Fueron sus padres personas distinguidas y acomodadas. En Santiago de Cuba recibió instrucción primaria. En la Habana, y en el colegio Carraguao, colegio de que era uno de los profesores el ilustre prócer José Silverio Jorrín, instrucción superior. Hombre ya, ansioso de conocer y vivir la verdadera democracia, de la que fue un enamorado fervoroso, viajó por los Estados Unidos, entonces en plena era de republicanismo verdadero. De regreso en Bayamo, vio morir a su padre, y contrajo matrimonio. Dueño de inmensa fortuna, todo parecía sonreírle. Y no era así: en el pecho, el dolor de su patria esclava no lo dejaba dormir tranquilo, y en las noches insomnes, tendía en vano los brazos como queriendo levantarla de la abyección y la miseria.
“De maneras suaves, de poco hablar, bondadoso hasta la exageración, nadie lo hubiera creído capaz de la firmeza y tenacidad que poseía. Sus virtudes le granjearon una envidiable popularidad: en la comarca, y en muchas leguas a la redonda, era Aguilera como el patriarca bien amado. Una ocasión fue nombrado Alcalde ordinario de su pueblo. Y durante el tiempo que desempeñó ese cargo, fue más que juez, el amigo fraternal de todos. Dos que iban a verlo reñidos, salían amigos. Ese era su modo de hacer justicia. Una vez en que se vio, conforme a la ley, en la necesidad de condenar a un hombre pobre, pagó él la multa. Del prestigio que gozaba entre los suyos, y aun entre los mismos enemigos, dice mucho la siguiente anécdota: se celebraban en Bayamo las fiestas de San Juan, fiestas que entonces tenían en toda Cuba gran pompa y resonancia. Recorrían la ciudad distintas comparsas: de pronto, de una de ellas se escapa un grito: ¡Viva la libertad! Denunciado al Gobernador el hecho, y acusado de haber dado ese grito el propio Aguilera, fue llamado éste a su presencia. Y al preguntarle el Gobernador: -¿fue usted, Aguilera, el que profirió semejante grito? El contestó, seguro de su valer -Dios nos libre a todos, señor Gobernador, de que yo de ese grito!
“Aguilera estuvo comprometido cuando la conspiración de Joaquín Agüero -el del Camagüey. Si no lo secundó, fue porque hallándose su madre en grave estado de salud, no se encontró con valor suficiente para abandonarla. Su amor de hijo era tanto, que -cuentan- juró entonces no mezclarse en otra conspiración mientras ella viviera.
“En viaje de recreo, estuvo en Inglaterra, Francia e Italia. Después volvió a su pueblo natal, donde, teniendo por único objetivo la independencia de su país, abrió un expendio de carne, a cuyo frente puso a un hombre de toda su confianza, a Francisco Agüero, con el encargo de conquistarse las simpatías de todos los vecinos del término, lo que logró aquél con creces. Aguilera perdió, es decir, gastó en sostener aquel expendio de carne, una gran cantidad de dinero; pero ganó lo que él quería: mucha voluntad y mucho brazo para la hora de la arremetida.
“A principios del año 1867 comenzó sus primeros trabajos de conspiración. A poco era un reguero de pólvora la isla, pues había mandado comisiones a las Villas, a la Habana y Camagüey. Cuando llegó el año de 1868, la revolución era inminente: se sentía palpitar en las entrañas de la tierra. Fue entonces que ingresó Céspedes en el número de los conjurados. Así llega el 10 de octubre, y Céspedes, impelido a alzarse el primero, aparece como la cabeza de la revolución. Aguilera, que la había como tejido con sus manos, no se pone, sin embargo, a pensar en esto, y se fue también, sin preocuparse del puesto que iba a ocupar. ¡Los puestos no le importaban: lo que quería él era servir! Para aquel hombre no era la patria un comodín: si por inconsecuencias del destino no podía ser el primero, sería el segundo, o no sería más que uno de tantos. Así, resuelto y limpio de pequeñeces, se echó al monte, seguido de sus amigos y esclavos, a sangrar y a morir por el decoro y la libertad.
“¡A qué grandes pruebas se vio sometido Aguilera! Primero en la contienda: más tarde en la emigración. Si la patria no hubiera sido para él una religión, quizás hubiera discutido lauros y preeminencias. Pero él no era más que un patriota, capaz del mayor sacrificio por la felicidad de su tierra. Cuando se le impuso salir del campo, donde ya se moría a diario por la redención, salió sin replicar. Si era Cuba quien mandaba, obedecer era su lema. La emigración era, en aquella época, un nido de culebras y águilas. Aguilera fue allí a sufrir. Allí vivió decepcionado, ¡él, tan lleno de ilusiones siempre! y murió comido de pesares. Pero no ha muerto; hemos dicho mal. La muerte es la proveedora del olvido, mas también de la gloria. Conquistar fama es prolongar la existencia, porque aun estando muerto, se vive en la memoria de los demás. La gloria sigue a los héroes, pero no abandona a los mártires. Ahí está Cristo. Ahí está Aguilera...”
POR: GUIJE CUBA
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