jueves, 25 de noviembre de 2010
HOY EN EL CALENDARIO CUBANO, 26 DE NOVIEMBRE
26 de Noviembre
En Ciego de Avila, Camagüey
• Santos católicos que celebran su día el 26 de noviembre:
- En el Almanaque Cubano de 1921:
Los Desposorios de Nuestra Señora; San Pedro Alejandrino, mártir y Santa Delfina, virgen
- En el Almanaque Campesino de 1946:
Los Desposorios de Nuestra Señora, Santos Silvestre, Abad y Pedro Alejandrino, mártir y Santa Delfina, virgen
El 26 de noviembre en la Historia de Cuba
• 1895 -
- La Invasión Libertadora en Camagüey: Se encuentra en Ciego Escobar.
• 1891 -
“Con Todos y Para el Bien de Todos”, discurso pronunciado por José Martí en Tampa.
Emeterio S. Santovenia en “Un Día Como Hoy” de la Editorial Trópico, 1946, páginas 667-668 nos describe los acontecimientos del 26 de noviembre de 1891 en la Historia de Cuba:
“El entusiasmo inusitado con que los nobles y sinceros cubanos de Tampa recibieron a Martí a su llegada de Nueva York decía a las claras que era grande la avidez existente entre ellos por escucharlo. La realidad sobrepasó todos los cálculos en la fiesta cívica celebrada en la noche del 26 de noviembre de 1891. La presencia de una muchedumbre extraordinaria y el desarrollo del programa preparado por la directiva del club Ignacio Agramonte contribuyeron de consuno a la brillantez de la velada. Para tomar parte en ella, como orador y como taquígrafo, concurrió desde La Habana Francisco María González. Cuanto quiso realizarse estuvo dispuesto a la hora señalada para comenzar el acto, y la esplendidez y trascendencia del mismo pronto pusieron fe hasta en los pechos de los pesimistas.
“A eso de las ocho y media de la noche el presidente del club Ignacio Agramonte, Néstor Leonelo Carbonell, en breve discurso, declaró abierta la velada, rememoración de glorias patrias y expresión de esperanzas risueñas para Cuba. Ramón Rivero y Rivero presentó con palabra fácil a José Martí y a Francisco María González. Canto, música y recitaciones precedieron el discurso del Maestro. Su presencia en la tribuna provocó una grande ovación. La oración que pronunció fue profunda, conmovedora, magistral. ¿Cómo no había de considerarse el espíritu del cubano poseído de un poder superior al escuchar de labios del Apóstol, apenas perdido en el espacio el eco de tanto aplauso, sus admirables proposiciones? "De altar -dijo en seguida- se ha de tomar a Cuba, para ofrendarle nuestra vida, y no de pedestal para levantarnos sobre ella." Más adelante dijo evangélicamente: "Yo traigo la estrella, y traigo la paloma, en mi corazón." Era, sí, el portador de los preludios de la liberación del cubano: era la encarnación del ideal de una república nueva, justa y virtuosa.
“El prócer que supo hablar a los suyos en días de infortunios y de esperanzas, ¿cómo no había de ser tenido por el Maestro? ¿Podía dudarse de que su concepción de la República estaba acompañada de una fe absoluta en el poder de la voluntad humana? Al amparo de su fórmula de amor triunfante -"con todos y para el bien de todos"- señaló el sendero de las virtudes públicas, advirtió los males provenientes de la corrupción y el deshonor, honor del ciudadano y dejó prácticamente trazadas las líneas generales dentro de las cuales quedaría redactado el programa del partido llamado a unir a todos los que aspiraban a la transformación políticosocial de Cuba.
“Con todos y para el bien de todos quiso Martí dar peso y volumen a la tarea de acelerar la reanudación de la guerra liberadora en su patria. Su discurso del 26 de noviembre de 1891 tuvo mucho de programa: fortaleció corazones, diafanizó actitudes, expandió claridades y señaló caminos de acción transmutatoria. Los emigrados en Tampa oyeron la palabra de un fundador: el fundador que trabajaba por el advenimiento de una república preparada por medios dignos del decoro del hombre, para el bien y la prosperidad de todos los cubanos.
“Aquella predicación fue labor genuina del Maestro, y los discípulos, fieles a la fe jurada a la patria oprimida, lograron comprenderlo y seguirlo en sus supremos designios. La grande obra de la conquista definitiva de la justicia y del derecho quedó entonces iniciada, para arrancar de pechos generosos, y de brazos aguerridos, nuevos inextinguibles esfuerzos encaminados a la satisfacción de los anhelos del cubano.”
Ana Aguado Andreu
en Patriotas Cubanas
por la Dra. Vicentina Elsa Rodríguez de Cuesta
Nació nuestra ilustre biografiada en Cienfuegos, provincia de Santa Clara. Desde muy niña demostró condiciones excepcionales para el canto, por lo que llegada su juventud, fue conocida por la “calandria cienfueguera”. Trasladada su familia a España, por vaivenes de la vida, pasáronse a New York en 1889 donde fijaron su residencia.
En la gran metrópoli, Ana Aguado dio lecciones de canto y música con el profesor Emilio Agramonte.
Las más grandes ansias de su vida eran poder debutar en público para cooperar con su aporto material y moral a la causa de la revolución. Llego pues el anhelado día y en el Club “Los Independientes”, Ana Aguado hizo gala de las magníficas dotes que poseía como soprano ligera. Entregando íntegramente el producto de la función al infatigable patriota Juan Praga, destinado a los patriotas cubanos.
Casada tiempo después con el señor Guillermo M. Tomás, en plena luna de miel recibió el requerimiento cariñoso de nuestro Apóstol José Martí, para que uniera a los felices momentos de su vida material, el inefable goce espiritual de cooperación en la causa de la redención.
De inmediato tomo parte activa en la velada celebrada en el “Hardman Hall” el día 16 de Junio de 1890, contestando a las ovaciones del público, que sabía para que eran destinados los fondos de aquella función: -“Para disponerse a morir es necesario oír antes una voz de mujer que canta por su Patria”.
Desde ese momento, no cesó “la calandria cienfueguera” de cantar para Cuba, de ayudar a sus hermanos con colectas y ayudas materiales de medicinas, armas, ropas, alimentos y cuantas cosas juzgara necesarias a los insurrectos.
La prensa norteamericana celebró su actuación en variadas ocasiones y los cubanos bendijeron a distancia a quien de manera tan decidida y variada cooperaba en la causa de la independencia.
Ana Aguado Andreu, sacrificó los mejores momentos de su vida de casada, el cariño y el cuidado de sus hijos, para proseguir su vida artística en beneficio de Cuba, hasta que dañado su organismo por dolencia tenaz, aquella voz en otro tiempo tan dulce y bien timbrada, dejó de sonar para siempre.
Desde el 1915 no era ya dueña de su garganta y el momento terrible llegó finalmente en la madrugada del 6 de Mayo de 1921, cuando dejando la más inefable memoria, desapareció de esta vida, quien había triunfado como mujer, como artista, como madre y esposa abnegada y sobre todo, como patriota.
POR: GUIJE CUBA
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