lunes, 22 de octubre de 2012

De dónde son los maestros


| Por Odelín Alfonso Torna
LA HABANA, Cuba, octubre, www.cubanet.org -Rodolfo Barriel Peña nunca pensó que, a sus 70 años de edad, iba a impartir clases de historia de Cuba en una escuela secundaria básica, aún sin contar con el currículo y la preparación necesaria. Pero como revolucionario y miembro de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana, y ante el “llamado de la patria”, tenía que dar el paso al frente.
Barriel Peña es el hazme reír de la Secundaria Básica Desembarco del Granma, en el habanero municipio Arroyo Naranjo. Siempre que se acerca alguna efemérides de la Revolución, el menudo y afónico combatiente aparece en los matutinos improvisando discursos sobre las hazañas de Fidel y Raúl Castro, además de rellenarlos disertando sobre las supuestas constantes y terribles amenazas del enemigo histórico, los Estados Unidos. Sus 45 minutos de clases, dicen, son por el estilo.
Ante el déficit de maestros y el rechazo de la juventud a las carreras pedagógicas, el Ministerio de Educación se aventura con ancianos como Rodolfo, más impregnados de falacias que de conocimientos.
Según el diario oficial Juventud Rebelde, edición dominical del 14 de octubre, “De un plan de 31 113 plazas para el ingreso a las universidades de ciencias pedagógicas, en el actual curso escolar solo se cubrieron 6 128, lo que representa un 19,7 por ciento”.
El artículo de Juventud Rebelde (“Los maestros que nos faltan”), de la periodista Margarita Barrios, plantea que: “La posibilidad de formarse como maestro en cuatro años y a partir de noveno grado, es una opción que fue recibida con agrado por los jóvenes que culminan la Secundaria Básica”.
Pero el panorama no es tal y como se dibuja. La resolución 306, del Ministerio de educación (versión de la 177), emitida hace apenas dos años y destinada a tronchar los intereses de los egresados de secundaria básica, en cuanto a elegir su futuro profesional, establece que solo 40 % de los graduados de secundario básica podrá matricularse en la enseñanza preuniversitaria.
Desde el curso escolar 2010-2011, el gobierno reabrió las llamadas “escuelas formadoras de maestros”. Hoy suman 21 en todo el país. Sin embargo, luego de modificarse los requisitos de ingreso a la enseñanza técnico profesional -precisamente para sacar a flote los ministerios de Educación, Construcción y la Agroindustria, en un término no mayor de cuatro a cinco años-, el magisterio es visto por los egresados de Secundaria Básica como la última carta de la baraja, la peor opción, aun cuando para esta carrera no es necesario ni hacer pruebas de ingreso.
Según reza el artículo de Juventud Rebelde, en este curso escolar las escuelas formadoras de maestros matricularon 7 082 alumnos, de 7 883 previstos, para un 89,8 por ciento de cumplimiento.
Sin dudas, la mala calidad en la enseñanza, el éxodo de profesores hacia otras actividades, los bajos salarios, el exceso de responsabilidad y las pésimas condiciones laborales son razones suficientes para que muchos padres no permitan que sus hijos se aventuren en el magisterio.
El Ministerio de Educación, además de limitar y retardar la posibilidad de ingreso a la enseñanza superior, con la resolución 306, es el vehículo coercitivo ideal para cubrir esa vieja demanda de empleos en sectores laborales que la juventud rechaza. Para nada cuentan la vocación o el interés de los educandos por una profesión determinada, pero de todas, para la mayoría el magisterio es definitivamente la menos atractiva.
En Cuba persiste el déficit de profesores, y cualquier esfuerzo por resucitar la educación estatal parece ser en vano. Ni el propio Fidel Castro lo logró, cuando, en uno de sus arranques histriónicos, dictó que debía haber un profesor para veinte alumnos en las escuelas primarias y secundarias, además de videocaseteras y televisores para las teleclases. Un inútil desperdicio de recursos.
Mientras las resucitadas escuelas formadoras de maestros aguardan por su primera graduación, que será en 2014, es eminente el refuerzo de 1 600 alumnos maestros, también de profesores retirados y, por qué no, de combatientes revolucionarios como Rodolfo Barriel Peña, del que nadie sabe si alguna vez en su vida, además de revolucionario, fue maestro.
odelinalfonso@yahoo.com

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