Esa vez le tocó al tema de las pescaderías, ese establecimiento comercial casi inexistente del que muy pocas veces se habla en este país rodeado por el mar -el Océano Atlántico al norte y el Mar Caribe por el sur- donde desde hace años distribuyen pollo por pescado a 11 onzas por persona.
A principios de la década del 80 del pasado siglo, el Ministerio de la Pesca de Cuba adquirió en Argentina unas pescaderías pre-fabricadas que fueron distribuidas por toda La Habana. Algunos barrios llegaron a tener, de acuerdo a la densidad, hasta tres o cuatro de estas pescaderías. Hoy solo quedan dos en la barriada de Santos Suárez. Una de ellas, en la calle Juan Delgado, hace más de una década que está dedicada a otros menesteres. La única que sobrevivió está en la esquina de las calle D'Strampes y O'Farril.
Por aquellos tiempos al menos se podía "resolver" -como decimos por acá- jurel, macarela, merluza, calamares, algunas especies desconocidas por la población como el nalín y el sable, el espinoso chicharro y una especie de perro caliente hecho de pescado cuyo nombre comercial era "embutido de mar". Pero no se piense que todos estos pescados estaban a la disposición siempre. La distribución era por ciclos, aparecían y desaparecerían como el fantasma de la ópera, y las colas cuando aparecían...para qué hablar.
En aquella época, nada de pargo, cherna, camarón, o langosta, peces y crustáceos de nuestra plataforma...Esos había que cazarlos en un restaurante, cuando los había.
Acostumbrados a comprar pescados y mariscos en cualquier pescadería, en los Mínimas o a los vendedores ambulantes (casi siempre chinos) en una época en que no existía una gigantesca flota de pesca como la que existió en las primeras décadas de este socialismo, siempre fue la constante pregunta en esos primeros años y sigue siendo ahora: ¿Dónde se mete el pescado en este país rodeado de mar?
Hay que advertir que la población de la provincia de La Habana, incluyendo la ciudad, no sobrepasaba el millón de habitantes en el año 1959. Las "flotillas" de pesca de aquellos tiempos, compuestas principalmente por pescadores de Casablanca, Regla y Cojímar, abastecían a esta ciudad de pescado fresco. Algunas veces era tanto el pescado que no se vendía que cuando pasabas por el antiguo mercado de la calle Cristina -conocido por los habaneros como La Plaza y donde se vendía de todo-, se sentía el olor característico del pescado falto de refrigeración.
En posteriores años La Habana creció en población, pero también creció la industria pesquera. Ya no era una flotilla con algunos cientos de pescadores sino una flota que en el año 1980 tenía 37,000 trabajadores, pero no fue capaz de abastecer a la población.
Regla se convirtió en una industria pesquera. En la calle Hacendados, que llegaba hasta la misma ensenada de Atarés, en la bahía de La Habana, existía una industria envasadora de productos marinos. Esta ensenada y la de Guasabacoa constituían el Puerto Pesquero de La Habana que agrupaba la flota de altura (la flota de pesca y la atunera, compuesta por modernos arrastreros y buques-fábricas comprados a Japón), la flota camaronera y la flota del Golfo.
Toda una infraestructura en el territorio nacional apoyaba esta industria: astilleros, frigoríficos, diques flotantes y secos para reparaciones, un Instituto de la Pesca, el Andrés Gonzales Lines, que todos los años graduaba pilotos, radionavegantes, patrones de altura, maquinistas, etc.
Paradójicamente, en esas fechas, como ya habíamos explicado antes, con todos estos medios no se abastecía de pescado como lógicamente debía de ser.
Paradójicamente también, ahora que no existe esa flota, que muchos de sus buques han sido desguazados, se vende en las pocas pescaderías que quedan, a precios de sobresalto, aquellos pescados y crustáceos que estábamos acostumbrados a comer y que solo se descubrían en
Foto: Marcelo López
Capturas de una pesquería en la costa
pescado
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