Cuba actualidad, Centro Habana, La Habana, (PD) La perenne queja sobre la calidad del pan persiste. De nada valen los reportajes y entrevistas a funcionarios responsables con la producción y la calidad del mismo.
No hay solución. Parece que no hay modo de que se pueda volver a confeccionar una masa de pan que pueda llevarse a la boca sin protesta.
Las anécdotas de panes crujientes, masas mullidas y cálidas, rebanadas de panes de leche, de sabor a ajo o cebolla o las exquisitas galletas y panes integrales, provocan que al que las comente le calculen más años que a Matusalén.
En la gastronomía "de a chavitos" han llegado a niveles que van más allá de la desvergüenza. El mal trato es una de las cartas de presentación de dependientes que ponen su rostro despiadado a quienes logran peinar las canas de la inocencia en este gran desorden conocido como La Habana.
La dulcería ubicada en Calle 25 entre O e Infanta, en El Vedado, es parte del corrupto conglomerado de locales controlados por el Estado donde muchas de las mercancías las ponen a vender los mismos trabajadores o se las traen dulceros cuentapropistas.
Esta dulcería, que perteneció a la desaparecida cadena Pain de Paris, después Dulcinea, oferta panes con sabor a viejo , e integrales, rebanados o no, en bolsas que muestran más que el gramaje, su mala calidad.
Hace unos días, una anciana fue a devolver el pan envuelto en un nailon transparente con el logotipo de "La Flora, Avenida 41 y 68, las 24 horas del día". Su indignación tenía lógica. Cuando fue a abrirlo, lo vio como quemado o tiznado. Parece que los moldes de hornear estaban sucios. "Si no hay para que me lo cambien que me devuelvan mi dinero"- dijo contrariada la anciana y prometió que no compra más allí.
El Estado no permite que existan estas producciones de manera privada. Los pocos que las hacen las cobran caras por los altos precios de los ingredientes. De esta forma establece la alianza macabra con los pícaros que desvían recursos de centros estatales y les venden a estas cafeterías panes y dulces cuyo precio sobrepasa 1 CUC y cuya masa y frescura son casi siempre dudosas.
Aun quedan dulceros que se esmeran, como los de Infanta y Jovellar, Allí, una vez que abren, no cesa la fila en el mostrador hasta que venden el último dulce. Para todos los gustos y bolsillos venden lacitos azucarados, milanesa de chocolate entera o fraccionada, pasteles chicos de queso o guayaba y los grandes de guayaba o coco, entre otras ofertas, agradables a la vista y el paladar.
Hay quienes lograron desde el Período Especial una clientela de excelencia. Muestran catálogos y prestan servicio a domicilio. Si de fiesta de cumpleaños se trata, sugieren bufetes de lujo o tortas de variadas formas, tamaños y sabores. Pero hay que tener la billetera bien llena.
La competencia se impone y a la larga tendrán que cerrar locales como la Dulcinea de la Calle 25 sino despiden a todo su personal y colocan a personas honestas y laboriosas que puedan, al fin, vender lo que hacen con sus manos.
El respeto y merecido reconocimiento a la iniciativa privada no tardará en llegar.
Para Cuba actualidad: aimeecabcu2003@yahoo.es
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