Tristes Navidades.
Por Asunción Carrillo Hernández.asuncioncarrillo@yahoo.com
Por Asunción Carrillo Hernández.asuncioncarrillo@yahoo.com
Tristeza y desolación para el cubano de a pie han resultado estas navi-dades donde se han acrecentado de manera irrevocable la pérdida de la idiosincrasia y de la identidad nacional como resultado de las difíciles situaciones económicas que atravesamos en sentido general.
Fueron reemplazadas las cenas llena de familiares, amigos y recuerdos, por una reducida mesa donde es inevitable la añoranza y el deseo de un banquete diferente. No corrieron las anécdotas, los chistes y cuentos de años pasados, ni los desafíos y alegrías del tiempo transcurrido. Desapareció la dulce locura por descubrir los regalos colgados del arbo-lito y muchos durmieron sin esperar las 12 de la madrugada, donde casi no recuerdan cuándo fueron las últimas navidades en las que solían propiciar el momento para dar las gracias a Dios por el año que termina-ba y pedir por el que comenzaba.
Las casas redujeron los foquitos de colores y las luces como símbolo de alegría y bienestar, por hogares mustios que en medio de tanta sole-dad interior buscan una razón para celebrar.
En medio de tantas interrogantes: ¿Qué comeremos mañana? ¿Seré el próximo desempleado? ¿Cómo vendrá el nuevo año? ¿Podré resolver el medicamento de mis padres, la alimentación de mi hijo? Entre mu-chas otras hizo de esta Nochebuena un momento de tormento como tantos otros que conocemos a diario.
El congrí tuvo el anticipo de largas horas de limpieza del sucio y malo-liente arroz ahorrado para la fecha por la poca porción distribuida en las bodegas de racionamiento y se encareció con el precio de los frijoles negros a $12.00 pesos moneda nacional (MN) la libra. Los que tuvieron el privilegio de llevar a la mesa la tradicional carne asada lo hicieron con el sacrificio de meses de cría del animal o a altos costos de $25.00 MN la libra, para la yuca hubo que reducir los ingredientes del famoso mojito cubano .
Elaborar la ensalada para la cena fue motivo de grandes disgustos ge-nerados por el valor que alcanzaron las verduras, hortalizas y vegetales. El tomate fue vendido en el mercado agropecuario a $5.00 MN la libra, el aguacate a $10.00 MN, la col a $10.00 MN, la lechuga a $5.00 MN el mazo que contiene de 5 a 6 hojas, el pepino a $2.00 MN cada unidad, por citar algunos ejemplos.
Los refrescos gaseados se ausentaron, eran demasiados los gastos para tanto lujo. Por igual motivo no asistieron la cidra, los vinos, mucho menos el champán, entre tanto la cerveza tuvo una leve representación en escasos hogares sustituyéndola por el ron de producción nacional, cuyo sabor ha generado diversas nomenclaturas populares: chispa de tren, salta pa'tra, mechiflín , carambuco ,etc.
Las manzanas lograron alcanzar un valor de $25.00 MN, cifra que privó a la mayoría de los hogares de su presencia. Los pocos dulces que pudieron elaborarse tuvieron como escenario el ingenio y la inventiva diaria.
El buñuelo acaparó la primacía de celebración ubicándose dentro de los más consumidos durante las fechas.
La tradicional ropa nueva para empezar el 2014 no tuvo espacio luego de otras prioridades alimenticias. El cal-zado de estreno, de igual manera, tuvo fuertes motivos para esperar la llegada de un año mejor remunerado y las inspiradoras pintu-ras y remodelacio-nes de las viviendas tuvieron un proceso desilusionante.
Quienes aún se atrevieron a comprometer grupos de colegas, amigos u otros a intercambios de regalos crearon situaciones comprometedoras que condujeron a la gran mayoría a la búsqueda de alternativas mone-tarias para enfrentar los altos precios de los productos en el mercado dolarizado, lo que generó lejos de agrados y satisfacciones, motivo de una preocupación más.
La amplia gama de desempleados adornó casa a casa con sus miedos al desastre que afrontan y esperanzas desalentadoras de un periodo colmado de sacrificios, incomprensiones de la realidad y la doble moral que cunde a los llamados barrigas llenas.
El humor directo y dinámico, pero abierto e ingenioso de la mayoría de los cubanos, centró sus jaranas en las vicisitudes de la isla donde cada obstáculo tiene un chiste que hace reír y un refrán que llena de optimis-mos: …No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista… y así, esperando que transcurran esos cien años, vamos echando días para atrás como si estuviéramos a las puertas de la solución.
Sin embargo, la música como elemento distintivo de la cultura cubana estuvo en todas partes invadiendo cada rincón y hubo hasta quienes con escasos motivos para festejar, tiraron sus pasillos al compás de un buen son.
La ecuanimidad fue un don de pocos, no sólo ante tantas dificultades y desdichas, sino frente a ráfagas de incertidumbres y pronósticos de un nuevo año peor que el que concluyó.
Los que demostraban ser más fuertes daban consuelos con la certeza de que las horas más negras de nuestras dolencias e infortunios llega-rán a su fin.
En medio de tantas desventuras a cada paso y en varias direcciones, se divisaban propagandas gubernamentales de: ¡Viva el 1ero de Enero! ¡Viva el triunfo de la Revolución! y un sinfín de carteles que colgados con mal gusto y transparente obligación denotaban la necesidad de reformas sociales, trascendentales y radicales que nos permitan, a los cubanos, celebrar el inicio de un nuevo año despojados de los pesares de una triste Navidad.
Fueron reemplazadas las cenas llena de familiares, amigos y recuerdos, por una reducida mesa donde es inevitable la añoranza y el deseo de un banquete diferente. No corrieron las anécdotas, los chistes y cuentos de años pasados, ni los desafíos y alegrías del tiempo transcurrido. Desapareció la dulce locura por descubrir los regalos colgados del arbo-lito y muchos durmieron sin esperar las 12 de la madrugada, donde casi no recuerdan cuándo fueron las últimas navidades en las que solían propiciar el momento para dar las gracias a Dios por el año que termina-ba y pedir por el que comenzaba.
Las casas redujeron los foquitos de colores y las luces como símbolo de alegría y bienestar, por hogares mustios que en medio de tanta sole-dad interior buscan una razón para celebrar.
En medio de tantas interrogantes: ¿Qué comeremos mañana? ¿Seré el próximo desempleado? ¿Cómo vendrá el nuevo año? ¿Podré resolver el medicamento de mis padres, la alimentación de mi hijo? Entre mu-chas otras hizo de esta Nochebuena un momento de tormento como tantos otros que conocemos a diario.
El congrí tuvo el anticipo de largas horas de limpieza del sucio y malo-liente arroz ahorrado para la fecha por la poca porción distribuida en las bodegas de racionamiento y se encareció con el precio de los frijoles negros a $12.00 pesos moneda nacional (MN) la libra. Los que tuvieron el privilegio de llevar a la mesa la tradicional carne asada lo hicieron con el sacrificio de meses de cría del animal o a altos costos de $25.00 MN la libra, para la yuca hubo que reducir los ingredientes del famoso mojito cubano .
Elaborar la ensalada para la cena fue motivo de grandes disgustos ge-nerados por el valor que alcanzaron las verduras, hortalizas y vegetales. El tomate fue vendido en el mercado agropecuario a $5.00 MN la libra, el aguacate a $10.00 MN, la col a $10.00 MN, la lechuga a $5.00 MN el mazo que contiene de 5 a 6 hojas, el pepino a $2.00 MN cada unidad, por citar algunos ejemplos.
Los refrescos gaseados se ausentaron, eran demasiados los gastos para tanto lujo. Por igual motivo no asistieron la cidra, los vinos, mucho menos el champán, entre tanto la cerveza tuvo una leve representación en escasos hogares sustituyéndola por el ron de producción nacional, cuyo sabor ha generado diversas nomenclaturas populares: chispa de tren, salta pa'tra, mechiflín , carambuco ,etc.
Las manzanas lograron alcanzar un valor de $25.00 MN, cifra que privó a la mayoría de los hogares de su presencia. Los pocos dulces que pudieron elaborarse tuvieron como escenario el ingenio y la inventiva diaria.
El buñuelo acaparó la primacía de celebración ubicándose dentro de los más consumidos durante las fechas.
La tradicional ropa nueva para empezar el 2014 no tuvo espacio luego de otras prioridades alimenticias. El cal-zado de estreno, de igual manera, tuvo fuertes motivos para esperar la llegada de un año mejor remunerado y las inspiradoras pintu-ras y remodelacio-nes de las viviendas tuvieron un proceso desilusionante.
Quienes aún se atrevieron a comprometer grupos de colegas, amigos u otros a intercambios de regalos crearon situaciones comprometedoras que condujeron a la gran mayoría a la búsqueda de alternativas mone-tarias para enfrentar los altos precios de los productos en el mercado dolarizado, lo que generó lejos de agrados y satisfacciones, motivo de una preocupación más.
La amplia gama de desempleados adornó casa a casa con sus miedos al desastre que afrontan y esperanzas desalentadoras de un periodo colmado de sacrificios, incomprensiones de la realidad y la doble moral que cunde a los llamados barrigas llenas.
El humor directo y dinámico, pero abierto e ingenioso de la mayoría de los cubanos, centró sus jaranas en las vicisitudes de la isla donde cada obstáculo tiene un chiste que hace reír y un refrán que llena de optimis-mos: …No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista… y así, esperando que transcurran esos cien años, vamos echando días para atrás como si estuviéramos a las puertas de la solución.
Sin embargo, la música como elemento distintivo de la cultura cubana estuvo en todas partes invadiendo cada rincón y hubo hasta quienes con escasos motivos para festejar, tiraron sus pasillos al compás de un buen son.
La ecuanimidad fue un don de pocos, no sólo ante tantas dificultades y desdichas, sino frente a ráfagas de incertidumbres y pronósticos de un nuevo año peor que el que concluyó.
Los que demostraban ser más fuertes daban consuelos con la certeza de que las horas más negras de nuestras dolencias e infortunios llega-rán a su fin.
En medio de tantas desventuras a cada paso y en varias direcciones, se divisaban propagandas gubernamentales de: ¡Viva el 1ero de Enero! ¡Viva el triunfo de la Revolución! y un sinfín de carteles que colgados con mal gusto y transparente obligación denotaban la necesidad de reformas sociales, trascendentales y radicales que nos permitan, a los cubanos, celebrar el inicio de un nuevo año despojados de los pesares de una triste Navidad.
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