El 7 de febrero en la Historia de Cuba
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• 1880 -
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- Política de Cánovas del Castillo.
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Emeterio S. Santovenia en “Un Día Como Hoy” de la Editorial Trópico, 1946, páginas 81-82 nos describe los acontecimientos del 7 de Febrero de 1880 en la Historia de Cuba:
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![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhNFjC_6JOnF5eJhtGNn2iaMCNAH17he6CQeAi05pSk4xqb7gzDxIcUmRxT-P59PpC2U3di_Fn8m2e4qVuVcXCbjGP2QI4iMUgF3KdYiaICEz-mNZEVwEt6FSfYk9YClSJuAfb4I6s-LjLl/s1600/Unknown.jpg) “Antonio Cánovas del Castillo fue el hombre público de la Península que más pesó en los destinos de España en el último cuarto del siglo XIX. Fue él "sin disputa -escribió Enrique Piñeyro- el político español que mayor influencia tuvo en los sucesos que dieron por resultado la retirada final de España del territorio americano". Con un concepto erróneo de la cuestión antillana, pero con un imperio casi aplastante en el seno de la restauración borbónica, orientó el mantenimiento de la dominación hispánica en Cuba en términos que la hicieron depender en absoluto de la fuerza material de las armas, no de las potencias morales engendradas por el amor y la comprensión. Así lo evidenció desde que, en 7 de febrero de 1880, pronunció estas duras y altaneras palabras:
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“"La cuestión de la Isla es ante todo de recursos y de armas, no hay que equivocarse; toda otra cosa sería un acto de candor, indigno de nuestra previsión de hombres políticos; es cuestión de armas y recursos para sostener bayonetas, porque no es ni más ni menos que una cuestión nacional. ¿Tenéis medios de sostener un ejército suficiente? Pues echaos a dormir sobre el porvenir de la isla de Cuba."
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“Sobre la línea de conducta de esa manera trazada, Cánovas obró y reobró. Su juicio primigenio acerca del problema cubano en nada varió. El sello que imprimió a la política colonial estaba llamado a subsistir en condiciones adversas para los propios intereses que creyó resguardar con procederes inflexibles y resortes férreos.
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“Los cubanos reanudaron la guerra contra el régimen colonial, y Cánovas entregó el mando de la Isla a Valeriano Weyler. Cánovas realizó así un acto que arrancó a Manuel Sanguily esta expresión de profunda congoja: "Yo creía a Cánovas -al hombre funesto que azuzó contra la pobre Cuba la horda de asesinos que capitanea un criminal tan ruin y tan cobarde como Weyler- capaz de todos los crímenes contra los cubanos, sobre todo en una hora de trastornos, de liquidación y de castigo para la dominación española; lo creía un salvaje como Weyler, más salvaje que Weyler todavía, pues que ha sido el quien soltó ese perro para que en nombre de España desgarrarse el corazón cubano..." El tono durísimo de la manifestación de Sanguily estaba justificado por el hecho de que acababa Cánovas de descender "del pedestal de su enorme soberbia" para dar rienda suelta a "invenciones infelices y calumnias ridículas", sobre empeñarse en ahogar en sangre la insurrección de la Colonia.
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“Cánovas, uno de los máximos directores de la suerte hispánica en días de zozobras y peligros infinitos, fue impotente para encarar las realidades circundantes, ya por exceso de soberbia, ya por temor a comprometer la perpetuidad de humanas instituciones de que era servidor destacado. Mucho arriesgó. Mucho sacrificó. Con el corazón encogido, al columbrar el infortunio en su fase postrera, debió de pensar en lo vacuo y estéril de ciertas palabras ante el valor imperativo de hechos ineluctables.”
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