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El fallecimiento de Fidel Castro, lider historico de la revolución cubano y devenido en dictador, crea espectativas dentro y fuera de la isla para cambios que den lugar a mayor apertura económica y la democratización de Cuba.
Fidel Castro, el líder de la revolución cubana no murió en el ejercicio del poder sino en el letargo de una larga enfermedad durante la cual solo se dedicó a escribir las editoriales para el diario oficialista Granma y a recibir a Jefes de Estado nostálgicos de la guerra fría y el espíritu antiimperialista. Fidel ya hace diez años que había legado el poder en forma dinástica a su hermano Raúl, luego simplemente corroborada por las simuladas elecciones y la decisión final del Consejo de Estado en el 2008. Este tiempo sirvió para consolidar el liderazgo de transición por parte de Raúl e incluso preparar la transición ya anunciada a las nuevas generaciones en febrero de 2018. Aunque muchos cubanos necesiten ver para creer, el actual mandatario comunicó sus intenciones de retirarse en el Séptimo Congreso del Partido Comunista que tuvo lugar en abril del 2016. Desde entonces el pueblo especula si se animará Raúl a continuar con el estilo de sucesión dinástica dejando a cargo a su hijo Alejandro o se elegirá a Miguel-DiazCanel, actual Vicepresidente de la Republica.
Lo cierto es que una Cuba sin Fidel Castro ya está en el imaginario colectivo. Las Fuerzas Armadas de la Revolución (FAR) y el Partido Comunista de Cuba (PCC) ya hicieron los deberes necesarios para que la desaparición física del líder histórico no haga tambalear la continuidad del régimen castrista, ni de sus lujosos privilegios por estar en la cima en el poder. Según algunos ciudadanos cubanos entrevistados por medios presentes en la isla dudan que la muerte de Fidel y la anunciada salida de Raúl en el 2018 signifique el fin de la dictadura. La falta de acceso a la información tampoco ayuda a conocer los movimientos democráticos, y otras alternativas a los que actualmente llevan casi seis décadas en el poder. Por lo que resulta difícil creer en una alternativa que no se conoce.
En estos nueve días de luto y conmemoraciones al Comandante por parte de sus seguidores serán extremadamente cuidados por la Seguridad del Estado para que ningún grupo opositor salga a manifestarse. Ya ha habido en las primeras horas luego del anuncio el viernes 25 de noviembre por la noche varias detenciones y amenazas. La represión contra las Damas de Blanco se ejecutó rigurosamente como cada domingo. Algunos opositores son de la opinión que salir en este momento es salir a provocar y no seria prudente pues solo daría lugar a la represión y a la violencia por parte de los sequitos fidelistas. Los ciudadanos en las calles tienen miedo de festejar y ser vistos sonriendo o con caras de esperanzados, por lo que los festejos son solo para el exilio. Festejo para unos exagerado pero para otros entendibles cuando uno se detiene a pensar que Fidel Castro fue el responsable de la separación forzada durante décadas de sus familias. Todos los cubanos, dentro o fuera de la isla saben que la partida de Fidel solo puede generar esperanzas de cambio. Cambios que serán difíciles de influencias y movilizar dado que la maquinaria represiva sigue igual o más activa, pero la partida del símbolo de la revolución tiene que al menos pavimentar el camino hacia la democracia.
Por ultimo, también el cambio de escenario en el vecino de 90 millas al norte también influye. Una Cuba sin Fidel y con Trump en Estados Unidos, habrá que reflexionar que impacto tendrá en procesos como las negociaciones con los Estados Unidos, y la apertura económica que se esperaba que incida a su vez en la democratización de la isla. Pueden llegar a ser dos hechos que se contrapongan y frenen los avances que se había hecho en la nueva estrategia de Obama y el cambio en la política exterior de EEUU con Cuba.
Sin duda, los cambios tras la muerte de Fidel solo puede ser para la apertura pero la velocidad de los mismos pueden ser lentos al verse forzado el régimen de incrementar el control de la sociedad y la represión contra la oposición, así como posibles cambios por la nueva administración republicana en los Estados Unidos.
Micaela Hierro Dori
Argentina: +54911 22704818
Twitter|Skype|LinkedIn/Gtalk: micahierro
Fidel Castro, el líder de la revolución cubana no murió en el ejercicio del poder sino en el letargo de una larga enfermedad durante la cual solo se dedicó a escribir las editoriales para el diario oficialista Granma y a recibir a Jefes de Estado nostálgicos de la guerra fría y el espíritu antiimperialista. Fidel ya hace diez años que había legado el poder en forma dinástica a su hermano Raúl, luego simplemente corroborada por las simuladas elecciones y la decisión final del Consejo de Estado en el 2008. Este tiempo sirvió para consolidar el liderazgo de transición por parte de Raúl e incluso preparar la transición ya anunciada a las nuevas generaciones en febrero de 2018. Aunque muchos cubanos necesiten ver para creer, el actual mandatario comunicó sus intenciones de retirarse en el Séptimo Congreso del Partido Comunista que tuvo lugar en abril del 2016. Desde entonces el pueblo especula si se animará Raúl a continuar con el estilo de sucesión dinástica dejando a cargo a su hijo Alejandro o se elegirá a Miguel-DiazCanel, actual Vicepresidente de la Republica.
Lo cierto es que una Cuba sin Fidel Castro ya está en el imaginario colectivo. Las Fuerzas Armadas de la Revolución (FAR) y el Partido Comunista de Cuba (PCC) ya hicieron los deberes necesarios para que la desaparición física del líder histórico no haga tambalear la continuidad del régimen castrista, ni de sus lujosos privilegios por estar en la cima en el poder. Según algunos ciudadanos cubanos entrevistados por medios presentes en la isla dudan que la muerte de Fidel y la anunciada salida de Raúl en el 2018 signifique el fin de la dictadura. La falta de acceso a la información tampoco ayuda a conocer los movimientos democráticos, y otras alternativas a los que actualmente llevan casi seis décadas en el poder. Por lo que resulta difícil creer en una alternativa que no se conoce.
En estos nueve días de luto y conmemoraciones al Comandante por parte de sus seguidores serán extremadamente cuidados por la Seguridad del Estado para que ningún grupo opositor salga a manifestarse. Ya ha habido en las primeras horas luego del anuncio el viernes 25 de noviembre por la noche varias detenciones y amenazas. La represión contra las Damas de Blanco se ejecutó rigurosamente como cada domingo. Algunos opositores son de la opinión que salir en este momento es salir a provocar y no seria prudente pues solo daría lugar a la represión y a la violencia por parte de los sequitos fidelistas. Los ciudadanos en las calles tienen miedo de festejar y ser vistos sonriendo o con caras de esperanzados, por lo que los festejos son solo para el exilio. Festejo para unos exagerado pero para otros entendibles cuando uno se detiene a pensar que Fidel Castro fue el responsable de la separación forzada durante décadas de sus familias. Todos los cubanos, dentro o fuera de la isla saben que la partida de Fidel solo puede generar esperanzas de cambio. Cambios que serán difíciles de influencias y movilizar dado que la maquinaria represiva sigue igual o más activa, pero la partida del símbolo de la revolución tiene que al menos pavimentar el camino hacia la democracia.
Por ultimo, también el cambio de escenario en el vecino de 90 millas al norte también influye. Una Cuba sin Fidel y con Trump en Estados Unidos, habrá que reflexionar que impacto tendrá en procesos como las negociaciones con los Estados Unidos, y la apertura económica que se esperaba que incida a su vez en la democratización de la isla. Pueden llegar a ser dos hechos que se contrapongan y frenen los avances que se había hecho en la nueva estrategia de Obama y el cambio en la política exterior de EEUU con Cuba.
Sin duda, los cambios tras la muerte de Fidel solo puede ser para la apertura pero la velocidad de los mismos pueden ser lentos al verse forzado el régimen de incrementar el control de la sociedad y la represión contra la oposición, así como posibles cambios por la nueva administración republicana en los Estados Unidos.
Micaela Hierro Dori
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