El fracaso de la Fernandina, había creado graves dificultades económicas a los jefes mambises en el exilio para trasladarse a Cuba. Pero el momento era de pura acción.
Antonio Maceo acepta ir en la expedición que organiza Flor Crombet con quien tanto él, como su hermano José, habían tenido sensibles fricciones. Los españoles se movilizan en Centro América para impedir la salida de los cubanos.
Maceo que contaba con influyentes amigos en Costa Rica logró demorar las medidas propuestas por el cónsul español, alentando los preparativos para embarcar con la mayor urgencia.
Comprando pasajes para Nueva York, y cumpliendo todos los requisitos exigidos por las leyes aduanales los veintidós expedicionarios partieron el 25 de marzo, a las seis de la tarde, a bordo del vapor “Adirondack”.
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