lunes, 4 de septiembre de 2023

¿De mujer? Pues puede ser

¿De mujer? Pues puede ser

 (Manuel Vazquez Portal)


No niego que tengo cierto problema personal con lo impoluto. Lo hierático. Lo marmóreo. Lo solemne. Lo sacralizado. Lo intocable.

¡Que soy un irreverente! Eso no hay siquiera que discutirlo.

Me gustan los seres humanos con virtudes y miserias. Con valores y defectos. Con audacias y miedos. Con amores y odios. Con corduras y delirios. Con prudencia y desasosiegos. Con creencias e incertidumbres. Con contradicciones y coherencias. Con actitudes y consecuencias. Con criterios y dudas. Con aflicciones y regocijos. Con pudores y procacidades. Con mesuras y descomedimientos.

No creo en los fabricados de una sola pieza; a mi entender, dejan de ser humanos.

El Martí que reverencio, que venero, que admiro no es el del busto de la escuela, y mucho menos el de los panegíricos utilitarios de políticos y académicos; sino, ese otro tipo que acertaba y se equivocaba, que dudaba y arremetía, que elogiaba y fustigaba, que juzgaba y perdonaba, que se despeñaba y escalaba, que soñaba y ponía en práctica, que se fatigaba y renacía.

El Martí que reverencio, que venero, que admiro no es ese ser perfecto, inmaculado, santo (o diablo) que han fabricado las distintas tendencias ideológicas para usarlo o ponerlo a su servicio; sino, ese otro tipo maltrecho, y recompuesto, por un destino que no pudo evadir, y que lo condujo por los más abruptos senderos, por los más oscuros dédalos, por los más luminosos amaneceres. Un tipo que vivió a como sus circunstancias le impusieron, y que no se rindió.

Fue niño y emprendió malcriadeces y trastadas.

Fue adolescente y se masturbó desaforadamente escondido en un baño.

Fue joven y galanteó hasta a las mismísimas brujas.

Fue hombre y erró, y acertó, y gozó, y sufrió, y rió, y lloró, y amó, y odió.

Fue un ser humano antes que poeta, y héroe, y apóstol, y maestro, y gloria, y mármol.

No me le quiten ni me le pongan. No me le coloquen <<máscaras y vicios>> que él detestaba. Déjenme verlo con los trazos con que él mismo dibujó su ser y su imagen. No me lo adornen ni me lo desformen. Despójenmelo de leyendas negras y de mitificaciones áureas.

Aquellos que no puedan admirarlo con desinterés y bondad, por los menos, envídienlo con cortesía, pero, no intenten demeritarlo ni sobrevaluarlo, porque su propia vida los desmentirá.

¿Fue un patriota sin par? 

Su historia lo prueba.

¿Fue un poeta extraordinario?

Sus versos lo evidencian.

¿Fue un visionario histórico?

Su legado teórico y práctico lo prueba.

¿Fue un beodo repugnante?

Sus contemporáneos lo niegan. 

La leyenda negra partió de una caricatura enemiga en La Política Cómica, publicada el 25 de marzo de 1895, que lo dibuja en un lugar público, junto a una mesa con una botella y una mujer sentada en sus piernas. 

Y sobrevino el mote de Pepe Ginebrita y la coña de que era un templón. 

Mas, lo cierto es que Martí no bebía Ginebra. Solo bebía Mariani, una bebida estimulante y muy famosa en la época que, según se sabe, era preferida por el Papa León XIII, el presidente estadounidense William McKinley, la Reina Victoria de Inglaterra y Thomas Edison. 

Martí gustaba del vino. Lo elogia en varios de sus poemas. Y hablando sobre la fabricación del vino que recién comenzaba en las américas nuestras, califica al vino de: <<culto pagado a las generosas uvas>>, y más adelante agrega: << Hay en la vid algo del espíritu del hombre. Los alcoholes abominables agobian y embrutecen. El vino, sano y discreto, repara las fuerzas perdidas>>. A ese texto también pertenece la célebre frase, <<nuestro vino es agrio, pero es nuestro vino>> que tanto repiten por ahí los citadores de oído, sin apenas saber de dónde coño salió.

Martí no era un curdonauta. 

Sabía disfrutar, en las pocas veces que pudo, porque las más de las ocasiones no tenía ni dónde caerse vivo, de los excelentes sorbos de vino…

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