Cuba actualidad, Santa Clara, Villa Clara, (PD) En Cuba cada año un número elevado de jóvenes arriesga su vida en el mar en busca de mejoras económicas en otras latitudes. Este gobierno no ofrece futuro a las nuevas generaciones. En lugar de eso, impulsa a jóvenes y no tan jóvenes a buscar a cualquier precio mejoras fuera de su patria.
Un ejemplo de ello es la historia de El Chino y sus dos amigos, quienes emprendieron un largo viaje en busca de la fruta prohibida, para escapar de los hombres que les arrebatan sus derechos como seres humanos. Solo que no sabían que el destino les jugaría una mala pasada.
Era la una de la madrugada. No había ni un alma en toda la costa. Solo un guardia, en uno de los pisos del faro, apenas podía cumplir con su jornada de trabajo por su estado de agotamiento. Y los radares, como diría uno de los tripulantes: "¡Qué falta de respeto, todavía utilizan radares rusos!".
Comenzaron su viaje a toda marcha. Llenos de júbilo veían cómo se alejaban de tierras cubanas. A la vez les preocupaba dejar atrás a sus familiares, pero los consolaba la idea de poder mejorarles sus condiciones de vida. Cada vez que notaban el acercamiento de algún buque mercante apagaban los motores para que no se detectara el ruido. Luego de uno de esos encuentros, la batería se descargó y se quedaron a la deriva en medio de la noche, a merced de las fuertes corrientes marinas.
Perdidos en medio de la nada, quedaron varados en un cayo llamado por los náufragos "diente de perro", pues no hay en él vegetación alguna. Sus condiciones físicas eran lamentables, y solo los mantenía con vida el agua de lluvia que encontraban debajo de las rocas.
Luego de cinco días, cuando ya daban todo por perdido, vieron acercarse un barquito rústico con cuatro personas a bordo, entre ellos una mujer y un anciano. No se sabía quiénes estaban más contentos por aquel encuentro, si El Chino y sus dos amigos o la mujer (María) y sus tres acompañantes. Solo sabían que de alguna manera tenían que llegar a su destino. Rápidamente le colocaron una vela al barco pesquero y aseguraron con un cable todo lo que pudiera ser arrastrado por las fuertes olas, que al entrar al estrecho de la Florida parecía que hundirían al barco, por lo que el pánico comenzó a entrar en escena.
Sin embargo, lograron llegar a aguas más estables y los ánimos se controlaron. Divisaron a lo lejos tierra americana, y a no menos de 70 metros de Cayo Hueso fueron interceptados por la Guardia Costera Americana, que les pidió en alta voz detener el barco, a lo que ellos accedieron inmediatamente.
Finalmente, estos cubanos de a pie fueron devueltos a su tierra natal, donde les dieron la bienvenida una celda y un largo proceso judicial. Hoy estos jóvenes, como tantos otros, no pierden la esperanza de hacer realidad su sueño de una vez por todas.
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