viernes, 30 de abril de 2010

Los dictadores latinoamericanos y la ciencia (Castro y Chávez)


Enviado por ei en Abril 30, 2010 – 4:39 am.Emilio Ichikawa

No es un secreto para nadie que los gobiernos militares en la región latinoamericana han sido grandes promotores del desarrollo científico en sus países. Diques para sus “venas abiertas”; en este caso. El ejemplo de Getulio Vargas en Brasil es paradigmático incluso para el pensamiento de izquierda. No para la izquierda política, que es otra cosa. Los dictadores invierten en ciencia, efectivamente, para dominar y matar; pero de cara a los resultados (el programa nuclear de Brasil, digamos) ese no es más que un atajo que nos conduce a otro problema: la ética de la investigación científica y sus usos.

Curiosamente, las carreras hacia el favoritismo de las dictaduras que se emprenden desde las humanidades y las ciencias sociales, quizás por ofrecer apologías demasiado explícitas que el tirano interpreta (y desprecia) como adulonerías, no son tan seguras como las que pueden trazarse desde las ciencias exactas, médicas y naturales. Las apologías filosófica y sociológica son, en fin de cuentas, joyas más caras al caché de la democracia que al rostro severo de la dictadura.
En esto el caso cubano es ejemplar. El nombramiento de Fidel Castro como el más grande “intelectual orgánico” de la revolución ha sido correspondido por su indiferencia hacia los productores de ideología. El llamado “affaire CEA” (Centro de Estudios de América del CC del PCC) es una elocuente muestra de ese des-precio. Castro, sin embargo, ha sentido profundas simpatías por científicos naturalistas y médicos cubanos, como son los mismos casos de la Dra. Hilda Molina y el ortopédico Rodrigo Alvarez Cambra.

Es también curioso que después haber plagado de simpatizantes del Socialismo del Siglo XXI algunos departamentos de humanidades y ciencias sociales de las universidades del mundo, entre ellas las norteamericanas, Chávez consiga y aprecie (ordenó a su canciller salir en su busca) como el aval mayor para su paralelo con Bolívar (se trata de la interpretación de la muerte) en un un médico de la Johns Hopkins University, Paul Auwaerter (foto: fastdietfatloss.com & hopkinsmedicine.org), quien habría descubierto que El Libertador no murió de tuberculosis sino fue envenenado con arsénico. ¿Por quiénes? Pues ya se sabe: por esa misma “oligarquía” que es la prehistoria en la genealogía política de los Uribe, “escuálidos” y sus amigos gringos como Bush y Obama.

¿Por qué un médico y no un historiador para esto? Está claro Chávez: Los historiadores son, en el mejor de los casos y como decía Gracián, obedientes Ministros de la Fama. Aire: como las Repúblicas que ayudaron a “fundar”.

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