lunes, 28 de marzo de 2011
Variables del terror
Escrito por Jorge Olivera Castillo
Centro Habana, La Habana
28 de marzo de 2011
(PD) A medida que el régimen saca de las cárceles a decenas de prisioneros políticos y de conciencia, se ponen de relieve al menos cuatro procedimientos para conseguir los mismos propósitos, pero ajustados a perfiles que reduzcan los costos políticos: el incremento de las detenciones de corta duración, los actos de repudio, las retenciones domiciliarias y las campañas de desprestigio por todos los medios de comunicación.
Valga apuntar que el programa de excarcelaciones nada tiene en común con el indulto o la amnistía. En ausencia de estos términos, se han empleado figuras tales como la licencia extrapenal y el destierro, este último en una versión que busca ocultar su carácter compulsivo por medio de una combinación de sutiles maniobras de carácter psicológico, donde la familia del prisionero se convierte en un instrumento para inducir el desenlace buscado. Hijos, esposas y padres son a menudo la vía para convencer al reo de que la mejor opción es marcharse del país, antes que continuar sufriendo las deplorables condiciones carcelarias.
Ante este panorama, sería absurdo forjarse opiniones medianamente optimistas en torno a que a Cuba progrese hacia la validación de ciertos espacios donde sea factible la práctica de algunos derechos fundamentales, borrados desde hace más de medio siglo del acontecer nacional.
Es de tontos pensar en un cambio a fondo en las estructuras y los conceptos del sistema político que rige en Cuba, sobre todo si sus fundadores continúan al mando.
La represión en su diversa gama de estilos y formas, y ejercida con total impunidad, ha sido un factor que explica el largo mandato del Partido Comunista.
Lo que ocurre hoy no puede confundirse con un gesto de buena voluntad, es simplemente un reajuste de las tácticas en aras de mantener el control social en óptimos niveles.
Personalmente, ante la pregunta de si un acto de repudio es más devastador que una condena carcelaria, estimo que son dos eventos equiparables en su bajeza y crueldad.
Padecer los improperios, golpes, gestos obscenos y otras canalladas de parte de las turbas azuzadas por los agentes de la policía política, es una experiencia traumática.
Tampoco es cosa de juego estar en una celda húmeda, rodeado de mosquitos y roedores, sin apenas agua y expuesto a infecciones del aparato digestivo a causa de la ingestión de alimentos en mal estado.
De veras son difíciles las comparaciones a escasa distancia de tantos peligros que acechan, sin importar hora y lugar, pues cualquier cubano que no comulgue con los parámetros ideológicos establecidos corre el riesgo de caer en alguno de los círculos del infierno. Que por supuesto, son muchos más de los que aquí se mencionan.
Para que no queden dudas de la perversidad de los perpetradores y máximos responsables de los recurrentes atentados contra la dignidad humana, hay que mencionar los asiduos y despiadados ataques de las hordas parapoliciales contra las Damas de Blanco y la vil manipulación mediática para desacreditarlas a ellas y a personas vinculadas a la lucha pacífica por la democracia.
Sobran los indicadores que patentizan solo un cambio en los matices. El terror es el aire del totalitarismo y hasta ahora ese adefesio no muestra intenciones suicidas.
oliverajorge75@yahoo.com
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