jueves, 4 de agosto de 2011
Entrevista con Edilie Moreno: Más allá del miedo
Escrito por Oscar Sánchez Madan
Cidra, Matanzas
4 de agosto de 2011
(PD) Edilie Moreno Fernández, activista del Movimiento Independiente Opción Alternativa, teme mucho por su vida. Desde hace más de 30 años su familia enfrenta una terrible persecución oficial. Esa es una de las causas por la que padece de hipertensión arterial desde hace más de 20 años.
Nacida el cinco de marzo de 1963, en el poblado de Navajas, localidad perteneciente al municipio matancero de Pedro Betancourt, esta impresionante mujer se vale de su profunda fe cristiana para resistir los fuertes golpes que le da la vida. ´´La dictadura me acosa para que muera. Es que yo no soy comunista. Soy una humilde seguidora de las ideas de Cristo´´, me dijo hace unos días.
Angustiada por el deterioro de sus riñones, pero con la esperanza de que manos generosas se extiendan para costearle un tratamiento médico fuera de Cuba, Edilie, una cubana que se niega a renunciar a su activismo político a favor de la restauración de la democracia en su país, me concedió una entrevista que se desarrolló en la sede de la agrupación de derechos humanos a la que pertenece.
Periodista: ¿Por qué usted insiste en relacionar la insuficiencia renal crónica que padece con el acoso y la represión desatada por las autoridades contra su familia?
Edilie Moreno: Los médicos que me han atendido desde el año 2006, fecha en que me detectaron la enfermedad, me han dicho que la causa principal del no funcionamiento de mis riñones se debe, fundamentalmente, a la hipertensión que me afecta desde hace 26 años. Desde joven la presión arterial me subía con bastante frecuencia y era lógico.
P: ¿Por qué lógico?
EM: Yo fui una niña que nací lejos de mi padre. Lo conocí a los ocho años de edad. Él fue un preso político. Ya falleció. Lo mantuvieron 17 años y medio en prisión. Se llamaba Rolando Moreno Mejías. Lo sancionaron por un delito de sabotaje. Nunca estuvo de acuerdo con la traición de Fidel Castro quien condujo la revolución por el camino del totalitarismo después de prometer que iba a respetar la Constitución democrática de 1940 al asumir el poder.
Durante su cautiverio a mi padre lo mantuvieron incomunicado en una prisión de la Isla de Pinos. Por dicha razón no pude verlo, tocarlo, abrazarlo y besarlo hasta los ocho años. Cuando lo encerraron, mi madre tenía a mi hermano y yo me desarrollaba en su vientre.
P: ¿Fue triste su niñez?
EM: Sí, muy triste. Imagínese que en nuestra casa fueron llevados a prisión, además, mi abuelo Higinio Moreno Risco, mi tío Orlando Moreno Mejías y mi otro tío, Raudel Moreno Mejías, todos por razones políticas.
P: ¿En qué año?
EM: En 1962.
P: ¿Cree usted que en medio de esa tristeza hubo momentos felices?
EM: Si. El día que vi a mi padre por primera vez fue uno de los momentos más felices de toda mi vida. No me había encontrado nunca con él, pero lo vi como lo imaginaba, gracias a que la gente en el barrio me hablaba de lo respetuoso y servicial que era. Fue aquel un momento de alegría, aunque mi niñez fue, por lo general, muy triste.
P: ¿Cuántos años mantuvieron a su abuelo y a sus dos tíos en prisión?
EM: A abuelo lo liberaron porque le diagnosticaron un cáncer pulmonar a los 13 años de estar encerrado. Lo habían condenado a 30 años de privación de libertad. A uno de mis tíos lo liberaron cuando extinguió 18 años de encierro. Su sanción era de 30 años también. Éste presentó dificultades con el funcionamiento del corazón. El régimen lleva a los verdaderos patriotas a la cárcel sanos y éstos salen allí enfermos. Un caso emblemático es el de Ariel Sigler Amaya, mi entrañable hermano de lucha, quien adquirió de forma muy sospechosa un virus durante su encierro de ocho años que le provocó una paraplejia. Fue mi vecino. Logró caminar gracias a los esfuerzos, el amor, la solidaridad y la profesionalidad de los médicos del hospital ´´Jackson Memorial´´ de Miami.
P: ¿Cómo enfrentó la familia el encierro de tres de sus integrantes?
EM: Fue algo muy doloroso. Hubo llanto, incertidumbre, miedo, desesperación. En casa permanecieron mi abuela paterna, mi madre y dos tías. Ellas me criaron. Eran mujeres indefensas a las que el régimen comunista les negaba el empleo. La situación fue muy difícil porque aquí se estatalizaron casi todas las propiedades. Hubo que inventar para no perecer de hambre y a la vez ayudar a los prisioneros.
P: ¿Usted, ya en la adultez, fue miembro de alguna iglesia?
EM: Si, de la iglesia Bautista, en la congregación de Pedro Betancourt, localidad en la que resido actualmente. En esa iglesia permanecí 13 años. Mi esposo y yo fuimos misioneros.
P: ¿Cuál es el nombre de su esposo?
EM: Jesús Sousa. Es un humilde soldador, muy laborioso. Trabaja en un taller perteneciente a la estatal Empresa Provincial de Transporte. Allí tiene cierta autonomía, pero el impuesto es alto, debe pagar 50 pesos diarios. Por otra parte, el Estado no le garantiza las suficientes varillas para soldar y pasa mucho trabajo para conseguir el oxígeno y el acetileno.
P: ¿Ya no asisten a la iglesia?
EM: Abandonamos la iglesia junto a mi madre e hijos porque el pastor, Omar López Mantilla, que aún dirige la congregación, nos dijo que debíamos escoger: la iglesia o la defensa de los derechos humanos. Realmente nos expulsó de la misma por nuestras ideas democráticas y porque nos pronunciábamos contra la arbitrariedad oficial. Nosotros manteníamos relaciones de hermandad con la familia opositora Sigler, especialmente, con Guido Sigler Amaya, el disidente recién excarcelado de la conocida Causa de los 75 del año 2003. Mi esposo y yo lo discipulamos y el pastor le negó el bautizo.
P: Usted ha denunciado que el gobierno la acosa ahora que le practican hemodiálisis, o lavado de la sangre, debido a su enfermedad. ¿En qué consiste ese acoso?
EM: Acudo al hospital “Faustino Pérez”, de Matanzas, desde finales de diciembre de 2010. En ese tiempo me han introducido incorrectamente las agujas en la arteria al realizarme las hemodiálisis. Cada vez que eso sucede, siento fuertes dolores durante varios días, el brazo se me inflama, se me llena de hematomas y tienen que colocarme un catéter en el cuello. Esto último es riesgoso ya que puedo adquirir bacterias, algo sumamente peligroso para mi enfermedad. Eso sucede solamente conmigo y no con el resto de los pacientes. Por si fuera poco, no me suministran a tiempo algunos medicamentos y los que tengo que comprar por mi cuenta, muchas veces están en falta. Varios agentes de la policía política me siguen sin ninguna discreción por todo el hospital cada vez que asisto al mismo.
Hace tres meses el auto estatal en el que me conducen al hospital martes, jueves y sábado fue impactado por un ómnibus frente a la terminal de Unión de Reyes de forma ´´accidental´´. Gracias a Dios, ni mi esposo ni yo fuimos dañados. El chofer y una joven que viajaba con nosotros, habían descendido del auto minutos antes.
El acoso incluye también a mi familia. Recientemente a mi hijo Maikel, de 27 años, una funcionaria estatal le impuso una multa de 1500 pesos por carecer del permiso estatal para trabajar como cochero, aunque el propio estado le impedía obtener sus documentos legales.
Hace varias semanas una colaboradora de la policía política agredió verbalmente a mi anciana madre e intentó golpearla frente a mi vivienda, en ausencia de la familia. La agresora no materializó esta última acción gracias a la firme intervención de una vecina que se lo impidió.
Durante el mes de mayo pasado, un vecino observó a un individuo que en horas de la noche, desde el techo casa intentó penetrar en nuestra casa. Huyó a toda prisa al sentirse descubierto. Algo parecido ocurrió en el mes de febrero cuando alguien se introdujo, durante la noche, en el patio de la casa de mi madre, donde también vive mi hijo mayor y se llevó algunas propiedades.
Hace pocas semanas, a mi hijo, de 15 años, el subdirector de la escuela lo expulsó de la misma sin justificación alguna. Tuve que acudir al centro estudiantil para que lo reincorporaran.
P: ¿Teme usted una seria venganza del régimen ahora que prácticamente su vida está en manos de médicos, algunos de los cuales colaboran con la policía política?
EM: Desde luego, por eso reitero mi llamado a la Organización Panamericana de la Salud y a la Organización Mundial de la Salud para que me ayuden a enfrentar esta difícil situación. El tres de marzo pasado envié una carta, vía telefax, a la Nunciatura Apostólica en La Habana. Iba dirigida a Su Santidad el Papa Benedicto XVI. No he recibido respuesta. El 23 de junio último le comuniqué mi situación al Obispo de Matanzas. La respuesta fue sorprendente: ´´La iglesia no puede hacer nada. Busque apoyo en las agrupaciones que los ayudan a ustedes en el extranjero´´.
P: ¿Se siente desanimada ahora que su vida está en peligro y que reconocidas instituciones no se muestran solidarias?
EM: Mi vida ha estado en peligro desde hace mucho tiempo cuando mi padre y mis tíos se rebelaron contra la dictadura. Recuerda que el régimen se venga no sólo de sus opositores, también de sus familiares. No me preocupa tanto morir, sino en qué condiciones voy a morir. Prefiero que la muerte me llegue en una manifestación pacífica en la calle donde se reclamen los derechos y libertades de los cubanos. ¡Bienvenida sea esa muerte! Lo difícil es dejar de respirar tendida en una cama. A eso le tengo terror. No obstante, mas allá de mi miedo tengo la esperanza de poder ver a mis hijos bien crecidos y a mi país liberado de este régimen dictatorial que tanto nos ha hecho sufrir.
P: ¿Ama mucho la vida?
EM: Amo con todas las fuerzas de mi alma a mis hijos, a mi madre, a mi hermano, a mi esposo y a toda mi familia. Ellos son mi vida. Mi fe proporcionada día tras día por Jesucristo se fortalece en ellos. Contra esa fe no pueden ni los Castro ni su ejército de policías. Con esa fe, Josué y los israelitas derribaron los muros de Jericó.
sanchesmadan61@yahoo.comEsta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla
-Edilie Moreno durante la entrevista. (Foto: Vanesa Rodríguez Domínguez).
-Evidencias de los maltratos físicos. (Foto: Vanesa Rodríguez Domínguez y Gulliver Sigler González).
-Edilie Moreno y su hijo Jesusito, de 20 años, junto al auto estatal que la conduce a ella al hospital Faustino Pérez de Matanzas.
-Edilie Moreno y su hijo Jesucito en la sede del Arzobispado de Matanzas antes de ser recibidos por Monseñor Céspedes obispo del territorio, el 23 de junio de 2011. (Foto: Del autor).
-Edilie Moreno con la huella del catéter en el cuello. La acompañan dos de sus tres hijos. A la derecha Higinio, de 15 años de edad, quien fuera expulsado temporalmente de su escuela hace pocos días. (Foto: Vanesa Rodríguez Domínguez).
-Jesús Sousa, esposo de Edilie, con camisa negra. A su derecha e izquierda dos de sus hijos. (Foto: Vanesa Rodríguez Domínguez).
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