martes, 1 de noviembre de 2011

Apóstol y rumbero




Martes, Noviembre 1, 2011 | Por José Hugo Fernández


LA HABANA, Cuba, noviembre, www.cubanet.org –Cuando en un futuro más o menos próximo quede establecido el monto de la catástrofe material que ha ocasionado a Cuba más de medio siglo de dictadura totalitaria, también habrá que hacer el recuento de sus daños en el orden espiritual. Tendremos que escarbar entonces entre tanto tesoro pulverizado dentro de nosotros para reencontrar la bondad y tratar de reconciliarnos con ella.

Tanto o más preocupante que la corrupción en ámbitos de la economía, o que la doble moral que hoy exhibimos en casi todas nuestras proyecciones públicas, es esa especie de cubo de la basura al que hemos arrojado la bondad, mediante un prejuicio que es deudor directo de la influencia fidelista y es flagrante prueba de involución humana: la tendencia a creer que con el acto bondadoso nos exponemos a mostrarnos débiles o cobardes ante el adversario.

El tema salió otra vez a flote recientemente, a raíz de la fatal desaparición física de la líder de las Damas de Blanco. Todos en todas partes elogiamos el intachable coraje y la vertical civilidad de Laura Pollán, pero no todos –más bien ninguno- mostramos disposición a reconocer, al menos públicamente, la principal lección que nos legó, que es la de afrontar el atropello sin perder la ternura.

Ocurre, sin embargo, que es eso justamente lo que más la diferencia del héroe de pancarta y monumento tan usado y abusado por el régimen para manipularnos. Y con éxito, pues, por lo que se ve, ya no concebimos que nuestros propios héroes no respondan sino al prototipo de sujetos violentos y rencorosos, machistas en estado puro, aunque sean mujeres, soberbios y egocéntricos, en fin, nada que ver con Laura, que era una más entre nuestra gente de a pie, una simple presencia humana indicándonos el camino de la decencia.

Si nos abochorna el uso de la bondad como respuesta a la maldad. Si rechazamos ser bondadosos por el pudor de que nos consideren pusilánimes. Si confundimos la bondad con el miedo o el conservadurismo. Si a la hora de practicar la bondad tememos que se nos vea como cómplices del malvado, tal vez no sólo seamos cómplices, sino además algo peor: agentes espirituales del malvado.

De alguna lastimosa manera representamos al malvado cuando en nuestra conducta se refleja la suya.

Así como siempre resulta aconsejable confiar en la integridad de una persona bondadosa y serena, suelen no ser fiables el vociferador, el petulante, el alardoso.

Por supuesto que existen variadas formas de manifestar esa singular presencia de ánimo que revela la valentía ante las acciones represivas de una dictadura. Y en general vale distinguirlas todas, sea cual fuere la particularidad con que se manifieste.

De lo que se trata no es de descalificar las proyecciones convencionales del heroísmo. Mucho menos de ignorar su importancia para un movimiento como el de los opositores cubanos, enfrentados a una tiranía que siempre se basó en la violencia y en el uso bruto de la fuerza, y a la que hoy, en franca bancarrota, no le queda a mano sino la cañona para extender su poderío durante un poco más de tiempo.

Se puede ser apóstol y rumbero, sentencia un viejo refrán para certificar la valía de que cada cual se muestre como es, siempre que sea auténtico. Lo absurdo, lo incivilizado, y aun lo inaceptable, porque nos reduce moralmente, es que continuemos considerando vergonzoso enfrentar al malvado con bondad.

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