lunes, 29 de abril de 2013


Dos países de luto
LUNES, 29 DE ABRIL DE 2013 03:54 ESCRITO POR TANIA DÍAZ CASTRO 0 COMENTARIOS


Cuba actualidad, Santa Fe, La Habana, (PD) Sólo un pueblo que ha vivido en la vorágine de una revolución en el poder durante largos años, puede conocer el insoportable cansancio que se llega a sentir bajo su régimen dictatorial. Los países ex socialistas de Europa del Este cuentan con esa inolvidable experiencia. También los cubanos, que la sufren a diario, por desgracia.

Pero el colmo de los colmos es afrontar la muerte de un líder socialista, llamado glorioso, invicto, milagroso, eterno, etcétera, etcétera, en uno de esos diabólicos países, donde el mayor logro de sus economías es repartir entre casi todos la pobreza.

En estos momentos dos de ellos demuestran un escenario tan patético y morboso como ridículo. Vale la pena comentarlos. Uno es Corea del Norte. El otro, Venezuela.

Corea del Norte, calificado por muchos como "un extraño mundo" o "un reino ermitaño", ha obligado a permanecer de luto a su pueblo durante largas décadas, y el último funeral del líder coreano Kim Jong-Il, en diciembre de 2011, fue tan macabro como el de Hugo Chávez Frías.

A pesar de que el viejo líder coreano provocó una severa escasez de alimentos en el país y contribuyó a que las libertades fundamentales se mantuvieran prohibidas, yace en un sarcófago de cristal en un palacio, sobre un lecho de flores, y es visitado constantemente por muchas personas organizadas en grupos dirigidos por el Gobierno.

El de Venezuela yace donde mismo intentó dar un golpe de estado a un presidente constitucional y su tumba es visitada y llorada diariamente por las masas estimuladas por el sucesor Nicolás Maduro.

Ambos líderes, el coreano y el venezolano, son muy queridos y admirados por Fidel Castro. No importa si el coreano controlaba la prensa, prohibió Internet, la salida y la entrada del país y torturó, encarceló y asesinó a sus opositores políticos. Tampoco importa si bajo el gobierno de Chávez también comenzaron a escasear los alimentos en Venezuela, creció la violencia y se dividió en dos el pueblo para que se enfrentara en las calles, con la aprobación de las autoridades.

Seguramente al cadáver de Hugo Chávez le espera también todo lo acontecido al líder de Corea del Norte: quinientas estatuas de bronce diseminadas por el país, y la mayor de todas, con dieciocho metros de altura, en la capital.

Dicen que las locutoras de la televisión coreana vestían de negro cuando anunciaron la muerte del último dictador difunto y que a duras penas controlaban sus lágrimas.

En Cuba ocurrió algo parecido, pero a la vez diferente: las locutoras vistieron de negro con la muerte de Chávez, pero ninguna de ellas tuvo necesidad de evitar las lágrimas. Su conmoción no fue para tanto.

Varias veces me pregunté cómo será entonces la muerte de Fidel Castro. Imaginé muchos días sin música, sin telenovelas, los establecimientos comerciales cerrados, los niños sin escuela y los pájaros a punto de emigrar, asustados con la realidad cubana.

Luego llegué a la conclusión de que no sería tan así, porque en realidad, desde el 2006, cuando Fidel Castro en apariencia dejó el poder, un poco que celebramos su muerte a diario. Fue como si él hubiera muerto un 90 % en 2006 y sólo un 10 % diera la cara. O mucho menos.

Para finalizar, eso sí, no tengo ni que preguntarme si las locutoras de la televisión, al anunciar la muerte del dictador más viejo de la historia, controlen las lágrimas. Apuesto cualquier cosa que no tendrán que hacerlo. ¿No recuerdan que anunciaron su retirada de forma normal, y comentaban su recuperación tras varias enfermedades como si éstas no hubieran estado a punto de mandarlo al infierno?
Para Cuba actualidad: t.diaz.castro@gmail.com

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