domingo, 29 de junio de 2014

QUIEREN MAS PODER

Víctor Álvarez: “Hay cazadores de cargos que quieren más poder”

"La construcción del socialismo en el siglo XXI no puede repetir los mismos errores que lo llevaron al colapso del siglo pasado", dijo Álvarez | Foto William Dumont
"La construcción del socialismo en el siglo XXI no puede repetir los mismos errores que lo llevaron al colapso del siglo pasado", dijo Álvarez | Foto William Dumont
El ex ministro alerta sobre lo peligroso que podría resultar para el PSUV exigir lealtad a toda prueba, y extinguir así la posibilidad de debatir ideas y corregir rumbos  

Ficha técnica
Víctor Álvarez
  • Economista egresado de la Universidad de La Habana, Cuba
  • Ex ministro de Industrias Básicas y Minería
  • Fue presidente de la CVG y director de Pdvsa, y forma parte del Centro Internacional Miranda
Víctor Álvarez condenó hace unos días las prácticas estalinistas para censurar la crítica en el PSUV, en razón de la diatriba creada por la carta de Jorge Giordani y que condujo al pase a tribunal disciplinario de Héctor Navarro cuando sugirió discutir las observaciones contenidas en la misiva. Aclara que no comparte lo señalado por el ex ministro de Planificación, a quien responsabiliza del deterioro económico. Sin embargo, defiende la posibilidad de debatir con propuestas para evitar el colapso de la revolución.
Este economista, egresado de la Universidad de La Habana, asegura que es un hombre de izquierda por decisión y un convencido de que el modelo socialista es el único que puede acabar con la pobreza y la desigualdad social. Se define como fiel militante del PSUV y promotor del socialismo del siglo XXI.
—¿Qué le pareció la carta del ex ministro Jorge Giordani?—Creo que se está haciendo del aleteo de una mariposa un huracán de emociones que deja de lado el contenido esencial. Este tiene que ver con la rectificación integral de una política económica que desde hace años luce agotada y de la cual Jorge Giordani fue uno de los principales diseñadores y ejecutores. Si los hubiese presentado en un tono más autocrítico y propositivo, en lugar de levantar dudas sobre el liderazgo del presidente Nicolás Maduro, sus planteamientos habrían sido mejor recibidos. Pero le restó potencia al no reconocer su cuota de responsabilidad y desconocer el enorme esfuerzo que Maduro viene haciendo en medio de tantas presiones y conspiraciones. 
—¿Cree que era este el momento para hacer tales críticas? ¿Por qué no lo hizo antes?—Quienes temen a las críticas siempre encontrarán un pretexto para decir que no es oportuno hacerlas. Giordani habría hecho un verdadero aporte si se hubiese jugado el cargo por hacerlas públicamente, en vez de esperar a que lo destituyeran, sin asumir ninguna responsabilidad en lo que cuestiona.
—¿Qué tan profunda es la ruptura entre la ortodoxia de izquierda y el PSUV?—Se interpretan estas tensiones como la expresión de un conflicto ideológico entre los ortodoxos que quieren profundizar la revolución y los pragmáticos que están más interesados en retomar la gobernabilidad económica con concesiones al sector privado. Argumentan que esto significaría una vuelta al capitalismo. Pero resulta que la economía venezolana sigue siendo capitalista, el socialismo todavía no se ha implantado. Mientras no se cree un pujante sector de la economía social, habrá que contar con el sector privado, aunque no sea del agrado de esa ortodoxia que aún postula la propiedad total y absoluta del Estado sobre todos los medios de producción.
—¿Sobrevivirá la unión de los partidos aliados al PSUV a esta suerte de tsunami político que ha causado la carta de Giordani?—Las descalificaciones de Giordani contra el presidente Maduro más bien han despertado la solidaridad con un hombre que jamás tuvo la ambición de ser presidente de la república y mucho menos pensó con ser el sucesor de Chávez. Si bien es cierto que los factores del Gran Polo Patriótico han planteado la necesidad de profundizar el debate sobre las rectificaciones que hay que hacer, también es cierto que han ratificado su respaldo a Maduro, y el PSUV con toda seguridad lo aclamará como presidente del partido en el próximo congreso. De esta crisis Maduro saldrá fortalecido.
—¿Qué sugiere que deba cambiarse en el gobierno?—El principal problema que afronta Venezuela es económico. Hay que reformar el actual sistema de cambios múltiples, que exacerba la cultura rentista de comprar dólares baratos para venderlos caros y causa los problemas de escasez, acaparamiento, especulación e inflación. Se debe adoptar un solo tipo de cambio flotante controlado por bandas hasta lograr un nivel que exprese la verdadera productividad de la agricultura y la industria. Asimismo, impulsar una reforma fiscal para mejorar la recaudación, y prohibir el financiamiento del BCV a entes públicos deficitarios para evitar emisiones de dinero inorgánico que atizan la inflación. 
—El presidente Maduro planteó la lealtad por encima de la crítica. ¿Acaso no ha sido esa la práctica dentro del modelo cubano que ha inspirado al PSUV?—Una cosa es la crítica fanática de la derecha que no reconoce los esfuerzos que hace el gobierno y otra cosa muy distinta la crítica leal y comprometida. La construcción del socialismo en el siglo XXI no puede repetir los mismos errores que lo llevaron al colapso el siglo pasado; uno de los cuales fue, precisamente, considerar toda clase de crítica como una expresión de deslealtad y traición porque puede conducir a que el proceso revolucionario pierda su capacidad de revisarse y renovarse. 
—¿Usted le teme a las reformas económicas?—Todo lo contrario. Le temo a la inacción, a la inercia, a que no se haga lo que está de anteojito. Para superar buena parte de los problemas de la economía venezolana hay que sincerar el precio de la gasolina para recaudar más de 12 millardos de dólares anuales. El gobierno no tiene que ir al FMI a pedir recursos condicionados a la aplicación de un programa de shock. Pero estos rezagos en decisiones tan obvias tienen su impacto en la desaceleración de la actividad productiva. A eso sí le temo porque significa generar un creciente malestar que poco a poco va erosionando la base de apoyo social que es partidaria de la construcción del socialismo venezolano.
—¿Es el control de la divisas a través del Cencoex la manzana de la discordia en el gobierno?—La manzana de la discordia –que fue el detonante de este alboroto– estuvo en el empeño de Giordani de mantener un rígido control cambiario totalmente agotado, el cual estaba generando resultados indeseados. Pero esa discordia desaparece si se evoluciona hacia un régimen con un solo tipo de cambio flotante controlado por bandas. El actual sistema genera un sacrificio fiscal para Pdvsa y crea presiones inflacionarias que se derivan de financiar el déficit de la petrolera y otras empresas públicas a través de emisiones de dinero sin respaldo del BCV. Por si fuera poco, la enorme brecha entre las tasas de cambio genera perversos incentivos a la corrupción y especulación, propias de la mentalidad rentista que se empeña en capturar los dólares baratos de Cencoex para después venderlos en Sicad II y amasar así escandalosas ganancias que no son fruto del esfuerzo productivo.
—¿No será que había un sector de izquierda consentido y malcriado que ahora se trata de dejar de lado y de allí surge la molestia?—El problema no está en el malestar de un sector que se siente desplazado, sino en que hay arribistas y cazadores de cargos que quieren más poder. Ese sí es el riesgo del burocratismo que impide mejorar la eficiencia de la gestión gubernamental. Hay muchos funcionarios que no son eficientes en el desempeño de un solo cargo y, sin embargo, tienen cuatro y cinco cargos más.
—¿Qué propuesta hace ante este cisma interno para aliviar las dificultades que atraviesa el PSUV y, en consecuencia, el gobierno?—Es exagerado hablar de un cisma interno. Lo que ha estallado es un debate, una discusión cada vez más intensa que no está exenta de emociones y pasiones. Si tengo que hacer una propuesta para aliviar los problemas y cohesionar las fuerzas políticas y sociales que apoyan al gobierno, no puede ser otra que la de estimular un debate leal y comprometido con la construcción de una sociedad libre de desempleo, pobreza y exclusión social. Las ideas y propuestas deben fluir con libertad. La voz crítica y propositiva no puede ser catalogada de deslealtad y traición.

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