domingo, 27 de septiembre de 2015

¿Se apagará la luz de “La Farola”?


La carretera que conecta Baracoa con el resto de Cuba es una “maravilla de la ingeniería civil”, pero se halla en peligro
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Carretera de "La Farola" (foto del autor)
Carretera de “La Farola” (foto del autor)
GUANTÁNAMO, Cuba – Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa, primera villa cubana, fundada por los españoles en 1511, no tuvo comunicación vial con el resto del país hasta 1965, cuando se inauguró La Farola, una carretera que comenzó a construirse antes de 1959 y serpentea unos 30 kilómetros entre las montañas de la cordillera Nipe -Sagua de Tánamo – Baracoa con alturas que  a veces llegan hasta los 450 metros sobre el nivel del mar.
La Farola forma parte de la Vía Azul, una carretera de 154 kilómetros que enlaza a Guantánamo con los municipios San Antonio del Sur, Imías y la Villa Primada. Hasta Imías la zona es calificada como “el semi desierto cubano” debido a la escasez de lluvias  y a la salinidad de los suelos. A partir de La Farola el paisaje cambia radicalmente debido a que la zona del macizo montañoso es una de las más lluviosas y bellas  de Cuba.
Una monografía de la arquitecta Agueda Caballero Llorens, citada por la enciclopedia colaborativa oficialista Ecured, menciona las características técnicas de la vía, los obstáculos que tuvieron que vencer y adoptar adoptadas por los constructores e ingenieros para terminarla.
Por su singular relevancia y los obstáculos que supuso su construcción, desde 1997 La Farola está considerada por la Unión de Arquitectos e Ingenieros Civiles de Cuba (UNAICC) como una de las siete maravillas de la ingeniería civil cubana.
Este año se cumplen cincuenta años de la inauguración de la vía, y CubaNet hizo un recorrido por ella, constatando el mal estado técnico en que se encuentra la llamada “maravilla”.
Numerosos tramos de barandas prefabricadas, que sirven como barreras de protección en el borde de la vía, están destruidas debido a colisiones o vandalismo, un mal que se ha vuelto endémico. Numerosos huecos en el centro de la carretera no han recibido una atención inmediata y se han ido extendiendo hasta convertirse en socavones, con gran peligro para la vida de los conductores y pasajeros, mucho más en un vial que por sus características es altamente peligroso y donde, incluso, en no pocas de sus curvas se requiere el uso del claxon para advertir a los conductores que transitan en sentido contrario.
Según refirió un transportista privado que pidió no se revelase su identidad, en muchas ocasiones hay desprendimientos de rocas desde  las cimas de las montañas, sobre todo cuando llueve, y la brigada de mantenimiento no actúa con la rapidez suficiente para dejar libre la vía.
“Esta carretera y su paisaje son muy hermosos pero cuando llueve quiero estar bien lejos pues las losas (de hormigón) fundidas que conforman la vía resbalan como si fueran jabón. A eso se une el peligro de los socavones, cada vez más grandes y peligrosos y la posibilidad de que una roca desprendida lesione a algún pasajero”, dijo.
Por su parte, un trabajador de la Empresa Forestal que tampoco quiso revelar su nombre, refirió que por su importancia la carretera está presente en casi todos los planteamientos de los pobladores, para que no se continúe deteriorando. Sin embargo, “se ha hecho muy poco”, cuenta.
Esta fue una obra donde confluyeron el ingenio de los técnicos cubanos, la eficiencia y un resultado de encomiable belleza, elementos cada vez más raros en el panorama constructivo del país. La vía ayudó a reducir la incomunicación vial de Baracoa. Sería una lástima que el abandono, la desidia y el vandalismo apagaran la luz de La Farola.
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ACERCA DEL AUTOR

Roberto Jesús Quiñones Haces

Roberto Jesús Quiñones Haces

Nació en la ciudad de Cienfuegos el 20 de septiembre de 1957. Es Licenciado en Derecho. En 1999 fue sancionado de forma injusta e ilegal a ocho años de privación de libertad y desde entonces se le prohíbe ejercer como abogado. Ha publicado los poemarios “La fuga del ciervo” (1995, Editorial Oriente), “Escrito desde la cárcel” (2001, Ediciones Vitral), “Los apriscos del alba” (2008, Editorial Oriente) y “El agua de la vida” (2008, Editorial El mar y la montaña). Obtuvo el Gran Premio Vitral de Poesía en el 2001 con su libro “Escrito desde la cárcel” así como Mención y Reconocimiento Especial del Jurado del Concurso Internacional Nósside de Poesía en 2006 y 2008 respectivamente. Poemas suyos aparecen en la Antología de la UNEAC de 1994, en la Antología del Concurso Nósside del 2006 y en la selección de décimas “Esta cárcel de aire puro”, realizada por Waldo González en el 2009.

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