lunes, 28 de marzo de 2016

Lo que viví después del discurso de Obama

Por Erasmo CalzadillaHavana Times
24 de marzo de 2016
Obama hace su famoso discurso al pueblo cubano en el Gran Teatro de la Habana
Aterrizando Obama en Cuba recibí una llamada de la embajada de los EE.UU. Me invitaban al discurso que pronunciaría el presidente de EE.UU. en el Gran Teatro de la Habana, frente a la Sociedad Civil, el 22 de marzo. Casualmente, ese mismo día mi queridísima y única abuela cumpliría 89 años.

Me pareció magnifico presenciar el gran acontecimiento; acepté de inmediato, pero quedaba un pequeño obstáculo por superar. La tarjeta de invitación, diseñada por alguna institución cubana, decía en una esquina: VESTIMENTA: TRAJE. ¿Por qué la sociedad civil tendría que vestirse de traje para recibir a Obama?

Traje no tengo ninguno y no me gusta usarlos. Decidí calzarme un jeans y para arriba un camisón de estilo latinoamericano. Si no me dejaban entrar así me quejaría en un post.

En la mañana del 22 de marzo un extraordinario operativo de seguridad rodeaba el Gran Teatro de La Habana. Varias cuadras alrededor estaban tomadas por miles de agentes.

Luego de mucho caminar doy con la entrada oficial; nadie me requiere por la vestimenta y voy directo a apoltronarme y echar una pesquita en mi butaca.

Al rato de estar allí empiezo a notar una gran tensión en el ambiente. Había segurosos por todos lados, como es lógico, pero lucían muy nerviosos. Justo detrás de mí ocuparon la fila completa y desde allí vigilaban indiscretamente cada movimiento de los que estábamos delante, filmando sin disimulo con sus celulares. Era evidente que su preocupación no se limitaba a la seguridad personal de Obama o de Raúl Castro, iban por algo más.

Se me acercaron unos muy raros acomodadores a preguntar qué me hacia falta. “¿Tendrán un vasito de agua?”. Finalmente me sentaron al lado uno que no dejaba de mirarme y a cada rato me alertaba sobre detalles como: “mire, se le cayó un papel”. Todo aquello me tenía nervioso; tanto, que apenas pude disfrutar ni atender bien al histórico discurso.

Por otra parte, el “aparato” repartió el grueso de las invitaciones entre sus fieles; estos se encargaron de dar un calurosísimo recibimiento a Raúl Castro y uno muy frío a las palabras de Obama; salvo cuando se refería a los logros del régimen, no faltaba más.

Por temor a que no las dejaran entrar no cargué con mi camarita fotográfica, luego me alegré infinitamente de no haberlo hecho. 




CDV.org: Sonia y Melkis de UNPACU hacen pacifica marcha de protesta. Imagen de Melkis violentamente detenida.
Fotos captadas del video abajo de UNPACU. 
Segundo Acto

Baja y sube el telón. Estoy en la Habana tratando de tomar una guagua que me regrese a Alamar, el barrio donde vivo. El tráfico sigue desviado y el servicio de transporte público casi paralizado. Compré una jaba de pan para ir picando y me fui a una parada cerca del Parque de la Fraternidad, a esperar pacientemente; el ambiente parecía tranquilo.

De pronto veo tumultera, gritería y gente corriendo. Pensé que podía ser Obama dando un paseo por las calles y corrí para verlo de cerca, pero lo que me encuentro es un fenómeno bien distinto; unas mujeres tiradas en el piso, agarradas unas a otras, emitiendo gritos desesperados, ininteligibles, mientras unos fortachones vestidos de civil tratan de separarlas a base golpes, llaves y tirones. Había mucha gente alrededor, filmando con sus celulares y murmurando, pero nadie se involucraba.

Llegué a la zona del crimen con mis dos manos ocupadas: en una la jaba de pan y en la otra el camisón latinoamericano, que me había recién quitado por el calor. Instintivamente solté todo aquello y le agarré la mano a uno de los golpeadores. El tipo cargó su brazo como para darme un puñetazo en la cara pero lo que hizo fue atrabancarme con una llave estranguladora y conducirme a empujones rumbo a una guagua parqueada por allí.

Pude agarrarme a la puerta y resistir unos minutos, hasta que me doblegaron. Justo a la entrada, como un remate espectacular, me reventaron la jaba de pan en la cabeza. 
Montaron a otras personas que participaban en una manifestación (poco a poco voy entendiendo de qué iba todo) y arrancó la guagua. 
Unos treinta tipos fuertones nos mantenían bajo control, un par de ellos amenazaban con matarme a golpes y gritaban frases al estilo de “ustedes se han pensado que las calles son suyas, las calles son de Fidel y el pueblo revolucionario”. Era gente torpe y bruta, como sacada de un contingente de la construcción; los típicos personajes que usan en los actos de repudio. Uno de ellos advirtió los papeles que traía en uno de mis bolsillo y creyendo que se trataba de proclamas me las arrebataron en puro forcejeo, eran mi agendita personal y la invitación al discurso de Obama, nunca me los devolvieron. 
Nos entraron a la estación de Zanja por una puerta trasera, sin recepción oficial; no estábamos allí. Las mujeres “capturadas” gritan sin parar y no cooperan. Una de ellas se llama Sonia, si mal no recuerdo, y parece que fue o es de las Damas de Blanco. 
A los hombres nos meten en un calabozo junto a presos comunes, somos cinco en total y nos sentamos cerca. Uno de ellos, Alberto, es un viejo como de 70 años, vinculado a UNPACU. Hay uno de unos 50 y un par de jóvenes como de 25, parientes de Alberto y Sonia. Todos muy humildes, con escasa instrucción y muy valientes. 
Los jóvenes mezclan la guapearía de barrio con la cuestión política, están soquetes y berreados. El viejo trata de tranquilizarlos, les dice que esta lucha es por una causa justa y no puede ser violenta, les habla de Ghandi. Aquel negro flaco, casi macilento, con botas de trabajo, una costilla y una rodilla lastimadas por golpizas previas, hablando de Ghandi en un calabozo, en pura jerga de barrio, me causó gran impresión. 
Había como diez más en la celda, algunos llevaban varios días allí. Sin agua potable, era necesario pedírsela a los guardias y ver si estos te dejaban salir a tomarla. No vi que se la negaran a nadie, pero la situación se presta a que los policías abusen de los detenidos. 
Al rato entra un personaje que trabaron en la calle, al azar; esta es una práctica habitual en situaciones de crisis, la policía la usa para mantener a la gente asustada y alejada. El tipo daba golpes en la pared y andaba medio pica’o con los opositores. Decía que él era delincuente, no contrarrevolucionario; que los disidentes lo habían complicado todo y a él no le daban ni un kilo. Yo temiendo que aquello terminara en tumultuaria. 
Nos van llamando al interrogatorio, uno a uno. Los de UNPACU entran primero y salen rápido, vanagloriándose de no haber colaborado. Uno de ellos contó la respuesta que tiene preparada para cuando le preguntan el nombre: “¿Tú quieres saber cómo yo me llamo? Apunta ahí, ¿ya tienes el lápiz listo? Mi nombre completo es Abajo Fidel Castro. ¿Lo entendiste bien o quieres que te lo repita?”. 
Como a las cuatro horas de estar ahí me toca el turno. Lleva la voz cantante un seguroso joven, con melenita y tatuajes. Me pregunta a qué organización pertenezco y por qué andaba gritando consignas en la calle. Les respondo que a ninguna, y que yo no grité nada. Insisten y me cuadro: “no abro mas la boca sin la presencia de un abogado”. 
Una oficial de la policía suelta una carcajada: “¡Qué daño han hecho esas películas!”. “Yo estoy conciente de que es una utopía aspirar a un abogado –respondo- pero así es como debería ser, para que ustedes no pisoteen los derechos de los detenidos”. “Ah muy bien –dice otro con pinta de jefe- que te lo pongan allá”. Me esposan con las manos en la espalda y me suben a una camioneta con el resto de la tropa. Los más viejos creen que nos llevan al Vivac, una cárcel destinada a delitos políticos. 
Viajar en esas condiciones es terriblemente incómodo. Uno de los muchachos se queja constantemente; los más experimentados pasan las manos por debajo de sus nalgas para llevarlas adelante. Vamos conversando, tratando de distraernos para no sufrir demasiado. 
Todo el tiempo, especialmente dentro de la camioneta, me acuerdo de Huber Matos. En cierta ocasión Huber padeció una crisis lumbar y lo trasladaron al médico con las manos atadas en la espalda; tiene que haber sido horrible. 
El Vivac queda en Calabazar, un barrio del periférico municipio Arrollo Naranjo. Abarcará unos cien metros cuadrados y cuenta con varias naves que parecen contenedores plásticos. El lugar es relativamente apartado; si alguien grita, su voz no se escuchará en el vecindario próximo. 
Al llegar nos quitan las esposas y nos conducen a un salón; nos van llamando uno a uno. Los de UNPACU saben que los van a dejar detenidos, lo tienen perfectamente interiorizado y hablan de comenzar una huelga de hambre. 
A mí no me asusta que me dejen. Estoy adolorido por el forcejeo pero me siento contento de ser testigo; tengo una perspectiva privilegiada que trato de aprovechar. Lo único que me preocupa es mi familia, desconoce mi paradero y no me han dejado llamar. Quiero decirles que me fui de viaje urgente a otra provincia, a ver si mi abuela se lo traga. Si el día de su cumpleaños le cuentan que caí preso le da un infarto. 
Me interrogan varias veces, diferentes personas. El último fue un oficial de la Seguridad del Estado; otro joven. Me pregunta qué hago allí y le cuento, pero luego intenta averiguar sobre la revista Havana Times, sobre otros aspectos de mi vida, sobre mis visitas a la embajada de los EE.UU., quiere saber si “ellos” me indicaron que participara en el acto contrarrevolucionario. 
Ya no voy a responder más preguntas, quiero un abogado. “Yo soy abogado –me dice- y no puedes contar con asistencia legal hasta que no te hayan levantado cargos. ¿Tú estás acusado de algo?”. 
Siguió preguntando sin parar, haciéndose el confianzudo, explorando mis debilidades. Y yo callado, pero consiguió alterarme psicológicamente, ponerme a punto de llorar o gritar; estudian para eso. 
Me soltaron como a las siete de la noche. El transporte seguía malo pero pude llegar a casa de mi abuela y darle un beso en su 89 cumpleaños, como si nada hubiera sucedido. 
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Notas: - Si alguien se encuentra un camisón latinoamericano en el Parque de la Fraternidad, por favor devuélvamelo, es un recuerdo.
- A la seguridad pedirle que me entreguen mi agendita, cuando terminen de analizarla. Es que tengo teléfonos personales anotados. ¿sería muy difícil?

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Nota de CDV.org: Lo sucedido en la calle de La Habana Vieja, la manifestación de las dos mujereres y tres hombres de UNPACU y sus arrestos fue captado por UNPACU en tres videos, quisas Erasmo tambien sale en el tumulto. Las dos mujeres son ya famosas por sus caminatas de protestas pacíficas, son Sonia de la Caridad González y Melkis Faure. Por causa de la detención violenta ese día Melkis perdió su bebe, que estaba esperando, según la denuncia de Sonia en este video. 

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