CAPITÁN ENRIQUE CONILL
El capitán Enrique Conill, nacido el 6 de octubre de 1878, se consagró al ideal de libertad, junto a la constelación de niños-héroes del Ejercito Mambí, cuando renunció al amoroso cuidado de su familia, de buena posición económica, al radiante esplendor de Paris y la serena belleza de Lisboa para entregarse al sacrificio que exige una patria libre.
A los 15 años conoció en Paris al doctor Ramón Emeterio Betance, puertorriqueño jefe de la Delegación Revolucionaria cubana en Francia que nutrió su fervor patriótico.
En enero de 1897, Enrique Conill decidió pelear por la libertad de Cuba y sin pedir permiso a sus queridos padres, viajó de Lisboa a Nueva York y se presentó a Don Tomás Estrada Palma, jefe de la Junta Revolucionaria cubana.
En la excelente monografía escrita por Gaspar Carbonell Rivera, “Enrique Conill: Soldado de la Patria,” se describe la entrevista: “Por fin me presenté a Don Tomás temblando al encontrarme frente a aquel patriota… sin duda le di lastima y me prometió dejarme trabajar en la oficina”.
Pasado varios meses y por insistencia de Enrique, Don Tomás lo autorizó para integrar la expedición del barco “Florida” que al mando del General Emilio Núñez se preparaba en Tampa, Florida, para abastecer las fuerzas del General en Jefe, Máximo Gómez. El “Florida” zarpó el 20 de junio de 1898. Enrique Conill, el tenaz adolescente (19 años) iba a ser realidad su ideal de luchar por la libertad de Cuba.
El desembarco fue difícil. Tropas españolas los esperaban atrincherados en la desembocadura del rio San Juan entre Casilda y Trinidad. En su entrevista con Carbonell, nos dice Enrique: “Allí recibimos nuestro bautizo de fuego y mi entusiasmo era desbordante. Se pidieron voluntarios y en pocos momentos varios botes estaban llenos… Yo salté al bote del Coronel Indalecio Núñez”. Pero su hermano el General Emilio Núñez le ordenó salir diciéndole, “Conill, usted irá conmigo”.
Esa orden le salvó la vida porque la mayoría fue acribillada a balazos en la playa. “Muy pocos se salvaron y nuestras bajas fueron unos setenta entre muertos y desaparecidos”. El General Emilio Núñez tuvo el inmenso dolor de perder a su hermano en aquel sacrifico por la libertad.
Con voluntad de hierro, el General Núñez llevó al “Florida” hasta Palo Alto en la costa sur de Camagüey, donde al amanecer del 3 de julio de 1898, logró desembarcar a más de 300 expedicionarios y sus equipos, que incluían dos cañones neumáticos para cargas de dinamita.
Enrique Conill desembarcó en el primer bote a las órdenes del General Rafael Rodríguez que enarbolaba una bandera cubana. La mayoría de los expedicionarios fueron incorporados a las tropas de los generales Francisco Carillo y José Miguel Gómez.
Enrique Conill señala en su entrevista: “El General Rafael Rodríguez quedó en el Estado Mayor de Máximo Gómez, y yo como ayudante de dicho general quedé en el Estado Mayor del Generalísimo”.
Con el material de guerra que trajo el “Florida”, Máximo Gómez pasó a la ofensiva, ordenando a los generales Carrillo y José Miguel Gómez atacar el importante bastión enemigo de Arroyo Blanco, defendido por doce fortines y cerca de 1,000 hombres.
Al amanecer del 27 de julio de 1898, comenzó el ataque que fue decidido por los dos cañones neumáticos que con los certeros disparos de cargas de dinamita destruyeron varios fortines, abriendo brechas por donde penetraron los mambises. Enrique Conill peleando en los más fiero del combate se ganó el aprecio de Máximo Gómez que lo tuvo a su lado en misiones de envergadura hasta el final de la guerra.
Una de las más importantes fue la orden de Máximo Gómez para que el Capital Conill (grado ganado en combate) fuera portador de un mensaje de Gómez al Presidente McKinley. Enrique Conill nos dice: “Mi sorpresa fue tan grande como mi alegría ante aquel honor que me hacia el viejo general y creo que se me saltaron las lágrimas”.
El viaje fue peligroso, pero logró llegar a Washington y entrevistarse con el Presidente McKinley, entregándole el mensaje de Máximo Gómez: “El Presidente me recibió unos minutos, leyó la carta y me dijo algo así: Es un deber, al mismo tiempo que una gran satisfacción, corresponder con los deseos del General Máximo Gómez,”. El presidente dio órdenes para enviar raciones y medicinas al General Gómez.
Enrique Conil regresó a Las Villas junto a Máximo Gómez. En enero de 1899, terminada la guerra emprendieron la marcha hacia La Habana, siendo recibidos a lo largo de la ruta con enorme entusiasmo.
El 24 de febrero de 1899, luego de 30 años de lucha, el glorioso héroe de la libertad de Cuba, Máximo Gómez, al frete de veteranos de la Caballería Mambisa, hicieron su entrada triunfal desde el Cerro hasta la Plaza de Armas, que por mas de 400 años había sido centro del poder colonial de España en Cuba. En su Estado Mayor cabalgaba el indomable Enrique Conill.
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