LA GUERRA EN LA ERA DE TRUMP
Alfredo M. Cepero
Director de www.lanuevanacion.com
Sígame en: http://twitter.com/@AlfredoCepero
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El candidato dijo que sólo iría a una guerra cuando estuviera en peligro la seguridad de los Estados Unidos. Y como presidente ha hecho lo que prometió como candidato.
Desde el mismo instante en que Donald Trump anunció su postulación a la presidencia de los Estados Unidos, sus enemigos en los dos partidos lo acusaron de todo tipo de defectos, excesos y vicios. Entre ellos, dijeron que Trump conduciría al país a una tercera guerra mundial. Pero el desempeño de Trump como presidente ha demostrado que sus críticos no escucharon el mensaje del candidato y que se equivocaron en sus vaticinios sobre la forma en que el mandatario conduciría su política exterior. El candidato dijo que sólo iría a una guerra cuando estuviera en peligro la seguridad de los Estados Unidos. Y como presidente ha hecho lo que prometió como candidato. No ha enviado a jóvenes norteamericanos a morir en tierras extrañas. Cumplir sus promesas es lo que hacen los hombres íntegros y los políticos honestos.
Para frustración y disgusto de sus críticos, Trump no se ha comportado como un guerrerista congénito. Para satisfacción de quienes lo apoyamos no ha caído en la deshonra de ser un pacifista incurable y mucho menos un apaciguador sin honor. Con ello, ha marcado una diferencia radical y total con el guerrerista George W. Bush y con el apaciguador Barack Hussein Obama. Su política exterior tiene, por otra parte, ingredientes similares a los de Ronald Reagan, combinados con el pragmatismo de un negociador dispuesto a ensayar nuevos métodos en la búsqueda de sus objetivos políticos.
Uno de esos nuevos métodos está centrado en su forma de hacer la guerra y negociar la paz. Sus armas no son las convencionales de las invasiones y las balas. Son las tarifas y las sanciones económicas como armas innovadoras que dañan a los adversarios sin arriesgar vidas norteamericanas. Con ellas, ha extraído concesiones de China, México y Canadá. Con ellas, está asfixiando a Irán, Cuba y Venezuela.
Ahora bien, el éxito de estas nuevas armas depende de la credibilidad de que, quien las utiliza, esté dispuesto a acudir a las armas convencionales para lograr sus objetivos. Por eso Donald Trump insiste con frecuencia en que "todas las opciones están sobre la mesa", incluyendo los misiles y las bombas. Por eso el presidente ha dicho que entre sus asesores "hay tanto halcones como palomas". Los halcones más notorios Mike Pompeo y John Bolton. Esos dos son los "amansa guapos" que motivan a los adversarios de Trump a optar por la negociación.
Sin embargo, su arma más poderosa es totalmente intangible y consiste en el hecho de que sus actos y reacciones son totalmente imprevisibles. Nadie sabe cómo reaccionará Donald Trump ante un estímulo específico. Esa arma psicológica siembra la inseguridad y el terror entre los enemigos de los Estados Unidos. Sin temor a exagerar afirmo que es un arma más poderosa que las atómicas en su arsenal militar.
Todo esto se ha hecho evidente en el actual conflicto con la teocracia que mantiene secuestrado al otrora civilizado e ilustrado pueblo de Irán. El primer objetivo de estos clérigos fanáticos es la erradicación del pueblo judío de la faz de la Tierra. Una acción que no sólo desestabilizaría el Medio Oriente sino daría inicio a una tercera guerra mundial. Algo que no pueden permitir los Estados Unidos porque ejercería un impacto directo sobre su seguridad nacional. Por eso el presidente derogó el desastroso Acuerdo Nuclear con Irán, ha impuesto sanciones contra Teherán y ha prometido que jamás permitirá que sus clérigos cuenten con armas nucleares.
Ante una situación económica desastrosa, el gobierno de Irán ha acudido a acciones peligrosas y extremas. Desde el comienzo de las sanciones impuestas por Trump, las ventas de petróleo iraní han caído de 2,6 millones de barriles de crudos diarios a un millón de barriles por día. Por su parte, los líderes iraníes han dicho que si ellos no pueden vender su petróleo más nadie podrá vender el suyo. Por eso, el pasado 13 de junio, la Armada Iraní causó explosiones que inutilizaron los tanqueros japonés Kokuka Courageous y noruego Front Altair que navegaban por el Estrecho de Ormuz.
Sin embargo, en una conducta inexplicable, tanto Japón como Noruega han mantenido silencio. Pero este no es sólo un daño para los países afectados sino un peligro para toda la humanidad porque el 30 por ciento del petróleo que se consume en el mundo pasa precisamente por el Estrecho de Ormuz. Por eso, no tengo dudas de que Donald Trump aumentará las sanciones contra Teherán. Unas sanciones que, hasta la fecha, han hecho que la economía persa se haya contraído en 3,9 % con respecto a 2018, las recetas fiscales del estado hayan caído un 20% , la inflación alcance el 35 por ciento y el rial (la moneda iraní) se haya depreciado un 60%.
En este contexto, Irán ha anunciado, primero en mayo pasado y luego esta misma semana, la suspensión de algunas de sus obligaciones con el pacto nuclear, aún rubricado por el resto de las naciones firmantes. Así, por ejemplo, dejará de limitar sus reservas de uranio enriquecido y de agua pesada. Al mismo tiempo, Irán anunció este lunes que superará a finales de junio el límite permitido de almacenamiento de uranio enriquecido. Con esta declaración, la Agencia de Energía Atómica de Irán (AEAI) cerró la puerta a cualquier tipo de esperanza de que Teherán pudiera replantearse su decisión de suspender algunas de sus obligaciones nucleares.
Otra de las estrategias de Irán es crear una grieta entre los Estados Unidos y las naciones de la Comunidad Europea, especialmente Alemania, Francia e Inglaterra. Con su retiro progresivo del Acuerdo Nuclear, Teherán se propone presionar a las potencias europeas signatarias del acuerdo para que encuentren soluciones eficaces que permita a Irán sortear las sanciones estadounidenses. Lo más importante para ellos es la venta de su petróleo y la realización de transacciones bancarias internacionales, ambos obstaculizados por las sanciones de Washington.
Pero la gota que llenará la copa es el nivel de enriquecimiento de uranio por parte de Teherán. Un uranio enriquecido al 20 por ciento facilitaría la producción de las armas atómicas con las que Irán ha amenazado hacer desaparecer del mapa al estado de Israel. Según el Primer Ministro Israelí, Benjamín Netanyahu, Teherán podría lograr este enriquecimiento en menos de un año. Y agregó que esta sería la "línea roja" que provocaría un ataque preventivo por parte de Jerusalén.
Dadas las relaciones tradicionales entre Israel y los Estados Unidos, así como la identificación personal entre Trump y Netanyahu, es fácil concluir que cualquier acción militar israelí seria notificada con anterioridad a Washington. Una acción drástica y peligrosa que podría ser evitada si tiene éxito la innovadora forma de hacer la guerra en la era de Trump.
Para frustración y disgusto de sus críticos, Trump no se ha comportado como un guerrerista congénito. Para satisfacción de quienes lo apoyamos no ha caído en la deshonra de ser un pacifista incurable y mucho menos un apaciguador sin honor. Con ello, ha marcado una diferencia radical y total con el guerrerista George W. Bush y con el apaciguador Barack Hussein Obama. Su política exterior tiene, por otra parte, ingredientes similares a los de Ronald Reagan, combinados con el pragmatismo de un negociador dispuesto a ensayar nuevos métodos en la búsqueda de sus objetivos políticos.
Uno de esos nuevos métodos está centrado en su forma de hacer la guerra y negociar la paz. Sus armas no son las convencionales de las invasiones y las balas. Son las tarifas y las sanciones económicas como armas innovadoras que dañan a los adversarios sin arriesgar vidas norteamericanas. Con ellas, ha extraído concesiones de China, México y Canadá. Con ellas, está asfixiando a Irán, Cuba y Venezuela.
Ahora bien, el éxito de estas nuevas armas depende de la credibilidad de que, quien las utiliza, esté dispuesto a acudir a las armas convencionales para lograr sus objetivos. Por eso Donald Trump insiste con frecuencia en que "todas las opciones están sobre la mesa", incluyendo los misiles y las bombas. Por eso el presidente ha dicho que entre sus asesores "hay tanto halcones como palomas". Los halcones más notorios Mike Pompeo y John Bolton. Esos dos son los "amansa guapos" que motivan a los adversarios de Trump a optar por la negociación.
Sin embargo, su arma más poderosa es totalmente intangible y consiste en el hecho de que sus actos y reacciones son totalmente imprevisibles. Nadie sabe cómo reaccionará Donald Trump ante un estímulo específico. Esa arma psicológica siembra la inseguridad y el terror entre los enemigos de los Estados Unidos. Sin temor a exagerar afirmo que es un arma más poderosa que las atómicas en su arsenal militar.
Todo esto se ha hecho evidente en el actual conflicto con la teocracia que mantiene secuestrado al otrora civilizado e ilustrado pueblo de Irán. El primer objetivo de estos clérigos fanáticos es la erradicación del pueblo judío de la faz de la Tierra. Una acción que no sólo desestabilizaría el Medio Oriente sino daría inicio a una tercera guerra mundial. Algo que no pueden permitir los Estados Unidos porque ejercería un impacto directo sobre su seguridad nacional. Por eso el presidente derogó el desastroso Acuerdo Nuclear con Irán, ha impuesto sanciones contra Teherán y ha prometido que jamás permitirá que sus clérigos cuenten con armas nucleares.
Ante una situación económica desastrosa, el gobierno de Irán ha acudido a acciones peligrosas y extremas. Desde el comienzo de las sanciones impuestas por Trump, las ventas de petróleo iraní han caído de 2,6 millones de barriles de crudos diarios a un millón de barriles por día. Por su parte, los líderes iraníes han dicho que si ellos no pueden vender su petróleo más nadie podrá vender el suyo. Por eso, el pasado 13 de junio, la Armada Iraní causó explosiones que inutilizaron los tanqueros japonés Kokuka Courageous y noruego Front Altair que navegaban por el Estrecho de Ormuz.
Sin embargo, en una conducta inexplicable, tanto Japón como Noruega han mantenido silencio. Pero este no es sólo un daño para los países afectados sino un peligro para toda la humanidad porque el 30 por ciento del petróleo que se consume en el mundo pasa precisamente por el Estrecho de Ormuz. Por eso, no tengo dudas de que Donald Trump aumentará las sanciones contra Teherán. Unas sanciones que, hasta la fecha, han hecho que la economía persa se haya contraído en 3,9 % con respecto a 2018, las recetas fiscales del estado hayan caído un 20% , la inflación alcance el 35 por ciento y el rial (la moneda iraní) se haya depreciado un 60%.
En este contexto, Irán ha anunciado, primero en mayo pasado y luego esta misma semana, la suspensión de algunas de sus obligaciones con el pacto nuclear, aún rubricado por el resto de las naciones firmantes. Así, por ejemplo, dejará de limitar sus reservas de uranio enriquecido y de agua pesada. Al mismo tiempo, Irán anunció este lunes que superará a finales de junio el límite permitido de almacenamiento de uranio enriquecido. Con esta declaración, la Agencia de Energía Atómica de Irán (AEAI) cerró la puerta a cualquier tipo de esperanza de que Teherán pudiera replantearse su decisión de suspender algunas de sus obligaciones nucleares.
Otra de las estrategias de Irán es crear una grieta entre los Estados Unidos y las naciones de la Comunidad Europea, especialmente Alemania, Francia e Inglaterra. Con su retiro progresivo del Acuerdo Nuclear, Teherán se propone presionar a las potencias europeas signatarias del acuerdo para que encuentren soluciones eficaces que permita a Irán sortear las sanciones estadounidenses. Lo más importante para ellos es la venta de su petróleo y la realización de transacciones bancarias internacionales, ambos obstaculizados por las sanciones de Washington.
Pero la gota que llenará la copa es el nivel de enriquecimiento de uranio por parte de Teherán. Un uranio enriquecido al 20 por ciento facilitaría la producción de las armas atómicas con las que Irán ha amenazado hacer desaparecer del mapa al estado de Israel. Según el Primer Ministro Israelí, Benjamín Netanyahu, Teherán podría lograr este enriquecimiento en menos de un año. Y agregó que esta sería la "línea roja" que provocaría un ataque preventivo por parte de Jerusalén.
Dadas las relaciones tradicionales entre Israel y los Estados Unidos, así como la identificación personal entre Trump y Netanyahu, es fácil concluir que cualquier acción militar israelí seria notificada con anterioridad a Washington. Una acción drástica y peligrosa que podría ser evitada si tiene éxito la innovadora forma de hacer la guerra en la era de Trump.
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