Cuando el 10 de mayo de 2002 Oswaldo Payá Sardiñas, Regis Iglesias y Antonio Díaz Sánchez entregaron 11,020 firmas de ciudadanos cubanos ante la Asamblea del Poder Popular en La Habana, abrían una puerta inédita hacia la libertad del pueblo de Cuba.
Aquellas firmas, avaladas en un resquicio de las propias leyes vigentes del régimen comunista, demostraban que el pueblo de Cuba quería un cambio de gobierno, que los que no apoyaban el oficialismo eran miles, y que los que habían firmado así como aquellos que con sacrificio las habían recolectado y confirmado, eran solamente la punta del iceberg.
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