martes, 29 de marzo de 2011
Dentro de tanta tristeza
Escrito por Odalis Álvarez Valerino
Centro Habana, La Habana
29 de marzo de 2011
(PD) Recientemente fui con mi esposo a la peña que tiene el fabuloso y romántico cantante Waldo Mendoza en el club nocturno “Karabali”, en El Vedado. Unas horas de bienestar que ambos necesitábamos ya que los días pasados fueron desastrosos dentro y fuera de nuestra isla: el tsunami que arrasó parte del Japón en días pasados, las alarmas internacionales de un desastre nuclear causado por dicho fenómeno, los inocentes que día a día mueren a manos de El Gadafi en Libia en complicidad con los organismos que pueden detener dicho genocidio, y las arbitrariedades que no se cansa de cometer el régimen de Cuba contra los opositores, son varios de los siniestros sucesos más sobresalientes que ocurrieron en los últimos días, que han sumido al mundo en una especie de luto planetario.
La velada con unos de mis cantautores nacionales favoritos fue exquisita. Mendoza es un profesional de los pies a la cabeza. Cantaba la música que el público allí presente pedía. A pesar de tener un brazo entablillado, el músico se dio a la gente y esta a él. Sin embargo, el lugar desentona con una figura de la talla de Waldo Mendoza.
Los servicios sanitarios despedían un olor insoportable. La señora que cobra la entrada al baño (que es la misma que lo limpia) apenas se separaba de la mesa y su propina para atender la limpieza. Su interés se volcaba única y exclusivamente en cobrar a los clientes que acudían al baño.
En el club Karabalí hay poco espacio para que los visitantes puedan bailar y divertirse. Paralelamente, el servicio gastronómico puede obtener un 6 en la escala del 1 al 10. Al principio, los dependientes mostraron una postura casi profesional pero luego de hora y media, la atención no era la misma. La cerveza y demás licores los servían calientes y con desgano.
Pero Waldo Mendoza lo compensó todo. Su voz melodiosa y sus letras románticas indemnizaron las faltas que presenta el “Karabali”, un lugar que junto a la “Zorra y el Cuervo”, también en El Vedado, reunían antaño una buena cantidad de excelentes músicos cubanos.
Por un momento olvidamos el mundo (ingratos que somos mi esposo y yo) e interactuamos con ese cantante que hace olvidar al ser humano más recalcitrante y lo obliga a escuchar esa voz angelical que Dios nos manda a través de Waldo Mendoza.
Al salir de aquel ensueño, la falta de transporte, la poca iluminación de las avenidas, los borrachos que orinaban a la vista de todos y la ausencia de agentes policiales, nos volvió a la realidad de vivir en un país donde nada es de nadie. Si fue hermoso el rato que pasamos junto a tan fenomenal artista, no puedo negar que la retirada resultó desagradable.
Waldo Mendoza alegra el alma y refresca el ambiente. Con él se sabe que las cosas buenas existen, aunque haya regímenes que maten a su gente, fenómenos naturales que azotan nuestro planeta y se cobran la vida de miles de gente y gobiernos que se especializan en lo injusto y se jacten de tener el mejor sistema del mundo.
Dentro de tanta tristeza, agradezco al Eterno aquella velada. También a mi querido esposo que muchas veces me dice: “La vida es el claro ejemplo de que la desventura acaece constantemente, detrás de ella se esconde la alegría y la posibilidad, solo que nuestra tribulación no nos permite percibirla”.
odalvafofy@yahoo.es
Foto: Adolfo Borrazá
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